lunes, 16 de noviembre de 2015

Caso mariguana: el impacto político de la sentencia

 El consumo de la marihuana en México como  psicoactivo y para uso medicinal se remonta a la  época de La Colonia, pero hasta mediados del  siglo XIX se comenzó a estigmatizar su consumo  para fines recreativos ya que se asociaba con las  clases bajas y se consideraba que sus efectos  provocaban locura y comportamientos violentos.

 Sin embargo, a pesar de que en el mismo periodo  la Sociedad Farmacéutica de México utilizaba la  marihuana para el tratamiento del asma,  bronquitis, sofocación y laringitis, entre otros  padecimientos, el estigma hacia los consumidores  se fortaleció en la sociedad dando paso a que el  Estado mexicano promulgara el decreto  “Disposiciones sobre el comercio de productos  que pueden ser utilizados para fomentar vicios  que degeneren la raza y, sobre el cultivo de                                                                          plantas que pueden ser empleadas con el mismo                                                                    fin”.


Con lo anterior quedó prohibido el cultivo y comercio de marihuana en 1920, pero su penalización y criminalización se estableció a partir de 1929 en el Código Penal Federal.

A pesar de su criminalización el consumo permaneció para fines medicinales y principalmente recreativos. El estigma ha ido atenuándose y el pacheco ha formado parte de la cultura popular mexicana, tal como se puede observar en diferentes canciones, películas y en la literatura –tal como lo documenta Juan Pablo García Vallejo en su libro El marihuano en la narrativa mexicana del siglo XX. Asimismo, actualmente es la droga ilícita más consumida por los mexicanos, la edad de inicio se ha reducido tanto en hombres como en mujeres y su consumo se ha incrementado principalmente en los jóvenes de entre 12 y 17 años de edad.

En dicho escenario, las voces que se declaran a favor de la regulación de la marihuana en el país han tomado fuerza. Los argumentos provienen desde distintas posiciones. Por ejemplo, están quienes apoyan su regulación para fines medicinales, también quienes consideran que al regular el consumo recreativo se podría debilitar el poder económico del narcotráfico y quienes sostienen que su consumo no tiene consecuencias graves para la salud siendo entonces un exceso su criminalización.

Estas ideas han sido parte de un debate que no es propio de México. La legalización y despenalización es agenda de distintos partidos y gobierno en diferentes países, lo que revela una tendencia hacia su regulación. No obstante, más allá del peso que la ciencia ha tenido en dicha tendencia al revelar los usos medicinales de la marihuana y al observar los pésimos resultados de las políticas de prohibición, pareciera que se contraponen a dicha tendencia grandes intereses políticos y económicos.

Por ejemplo, no es lo mismo debatir la despenalización del consumo de la marihuana en Uruguay o en México. El primero no es productor y, por ende, no exporta, además de no tener como país vecino al principal cliente y consumidor de marihuana en el mundo. Lo anterior genera un mercado en el que sus participantes no son únicamente el agricultor, el narcotraficante y el consumidor, como nos hacen creer las posiciones oficiales. Se omite que la participación del gobierno en todos sus niveles es vital para el funcionamiento de dicho mercado.

Así, en contextos donde existe un fuerte mercado negro, cuando se debate sobre la  legalización o despenalización apelando a sus beneficios para la salud los primeros que se oponen son los gobernantes o políticos de mayor jerarquía o poder. Es interesante observar cómo cambia la perspectiva sobre la regulación de la marihuana en algunos políticos cuando éstos han dejado de gobernar. Por ejemplo, a pesar de que en su mandato se posicionaron en contra, el expresidente Vicente Fox es ya un promotor de la legalización de la mariguana y algunos expresidentes como Ernesto Zedillo, Fernando Enrique Cardoso y César Gaviria se han pronunciado a favor de su regulación.

Otros con intenciones de llegar a Los Pinos, como lo es Andrés Manuel López Obrador o Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, han señalado una posición conservadora en contra de la regulación de la marihuana. Reforzando el prejuicio que hace referencia a un consumidor que enloquece y relegando el tema al considerarlo una ocurrencia ante problemas verdaderamente importantes como lo es el combate contra la desigualdad.

Por otro lado, hay quienes matizan su postura en contra de la regularización cuando se plantea un escenario donde Estados Unidos ya ha regulado. En 2010, en el libro Un futuro para México II, Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda entrevistaron a Enrique Peña Nieto y a Manlio Fabio Beltrones. Hablaron sobre la posible legalización de la marihuana en algunos estados de Estados Unidos y les preguntaron: ¿Cuál sería la posición adecuada de México? ¿Promover también la legalización de la marihuana en nuestro país?

Beltrones mencionó lo siguiente: “Me parecería completamente absurdo que si el principal consumidor de ese producto lo legaliza, en México no se hiciese. Permanecer nosotros en la ilegalidad sería lo más absurdo que hubiese escuchado”, mientras que Peña Nieto con una postura más conservadora dijo: “Pienso que legalizar la marihuana sería el primer paso para llegar a aceptar otro tipo de drogas. Legalizar es la salida fácil. Pero coincido en el hecho de que si en Estados Unidos se da ese paso, habría que replantear la visión del Estado mexicano sobre el tema”.

En ese sentido, para el ahora presidente de la República y para el actual presidente nacional del PRI, la legalización de la marihuana en Estados Unidos se antepone a cualquier argumento para posicionarse a favor de la regulación en México. Pareciera que el gran obstáculo de la tendencia a favor de la despenalización y legalización de la marihuana es su posición geopolítica.

Sin embargo, con la resolución de la Suprema Corte se propicia una nueva veta en el debate. Ya que otorga autorización a la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante (SMART), para “consumir marihuana de forma regular y personal, con fines lúdicos o recreativos y realizar las actividades correlativas al autoconsumo (sembrar, cultivar, cosechar, preparar, poseer, transportar y en general todo acto relacionado con el consumo lúdico y personal de marihuana”. El argumento que respaldó dicha resolución implica que “La ley de salud limita indebidamente, entre otros, los derechos fundamentales a la identidad personal, propia imagen, libre desarrollo de la personalidad y autodeterminación, todos en relación con el principio de dignidad humana”. Asimismo, la resolución no constituye autorización para su comercialización, ni para el consumo de otras drogas.

Lo anterior es de gran relevancia al considerar que la prohibición absoluta de la marihuana no se sostiene después de conocer sus efectos en la salud y tampoco al compararla con otras sustancias que sí están reguladas como lo es el tabaco y el alcohol. De tal forma, la prohibición del consumo de la marihuana implica la restricción de la autonomía personal. Además la orientación de la resolución es una alternativa al enfrascado debate en torno a la regulación de la marihuana. Debido a que no se autoriza su comercialización y, de esa manera, no rebasa la frontera de los intereses económicos y políticos que he mencionado.

Inclusive, minutos después de que la Suprema Corte resolviera el amparo en revisión, Enrique Peña Nieto se pronunció en su cuenta de Twitter al mencionar que el gobierno federal “respeta y reconoce las decisiones de la SCJN, incluyendo la relacionada con el uso recreativo de la marihuana” y “El criterio expresado este día, abrirá un debate sobre la mejor regulación para inhibir el consumo de drogas, un tema de salud pública”, además agregó que “México ha promovido en foros internacionales, incluyendo la ONU, una amplia discusión para enfrentar el desafío global de las drogas”.

En ese sentido, la postura inmediata y acorde con la Corte por parte de Peña Nieto generó un clima de consenso y  cordialidad entre el poder ejecutivo y judicial. Además, se adoptó estratégicamente el sentido de la resolución como parte de un proceso que ya se venía dando en torno al debate sobre las drogas. Incluso el Comisionado Nacional contra las Adicciones, Manuel Mondragón, matizó su postura al asegurar que “el gobierno federal no está en contra de la legalización de la marihuana”, mientras que en 2014 había comentado que “no quería un país mariguanero”.

Este cambio en el discurso gubernamental es deseable ante la desinformación y estigmatización en torno al consumo de la marihuana; además, el momento político es oportuno para que, con el pronunciamiento de la Suprema Corte, el gobierno mexicano modifique su política prohibicionista. Asimismo, el clima de apertura que se vive a nivel mundial, principalmente en la región, invita a ser partícipes de manera responsable, gradual y activa en el debate sobre las drogas.

Finalmente, aunque la posición geopolítica del país, el narcotráfico y la dinámica interna respecto al crecimiento en el consumo de la marihuana son variables que están presentes en la discusión, la prohibición absoluta del autoconsumo es excesiva. Apegarse a la universalidad de los derechos humanos ante la presión política de quienes anteponen su permanencia en el poder a partir de intereses, tiempos y elecciones, es una alternativa que dará luz a una fallida política prohibicionista. El tema es controversial pero entre más se discuta con información se fortalecerá la muralla que constituyen aquellos derechos necesarios para la realización de cualquier proyecto de vida ante la imposición de la tiranía de la mayoría. Aquella que en ocasiones no es más que un cúmulo de prejuicios que apelan a la moralidad de una sociedad decimonónica que afortunadamente está cambiando.




Julián Atilano Morales. Sociólogo. Maestro en Ciencias Sociales por Flacso, sede México.