martes, 19 de mayo de 2015

Rafael Lemus y el triunfo del neoliberalismo mexicano

 El pasado 14 de abril, en la revista digital Horizontal,  Rafael Lemus publicó un artículo sobre la revista  Vuelta y su papel en la construcción del pensamiento  neoliberal mexicano. El texto -llamado “Editando  neoliberalismo: Vuelta en los ochenta”- se suma a los  que a partir de la muerte de Paz han propiciado un  debate sobre sus legados.

 En el texto de Lemus se aclara cómo Paz, Krauze y  Zaid, entre otros autores, contribuyeron a legitimar  la política económica que se implantó en México a partir de los periodos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, cuando se aplicaron reformas que fortalecieron la economía de mercado y disminuyeron las capacidades institucionales del estado mexicano.
Paz y compañía desempeñaron un rol de primer orden en la derrota intelectual de la izquierda mexicana. Hay que aclarar que el problema no es que ésta haya fracasado, pues merece una crítica de sus incongruencias, entre ellas su escaso compromiso con la democracia. En mi opinión, la izquierda mexicana se quedó al margen del presente y no supo ofrecer alternativas creíbles a un país desencantado del corporativismo revolucionario.

Pero una cosa es criticar a la izquierda y otra, muy distinta, dejar de imaginar nuevos senderos para intentar realizar los valores por los que luchó Paz desde su juventud. Leyendo a Lemus da la impresión de que Paz promovió una visión que se quedó corta; resultó parcial e ingenua, añadiría yo, para enfrentar los desafíos de la sociedad mexicana.

Al final, Paz se volvió parte de una derecha plana e incapaz de pensar nuestros problemas de manera profunda y suficientemente sofisticada. La crítica fácil a la izquierda, concebida como enemigo a vencer, propició la falta de seriedad a la hora de concebir las instituciones para sustentar el orden social, económico y político del México contemporáneo. Creo que en esa falta de imaginación conceptual, a pesar de que en muchos sentidos hayan tenido visiones opuestas, coinciden los integrantes de Vuelta y los de la izquierda mexicana.

Durante los años ochenta ocurrió una transformación fundamental. Dejamos de creer en la ideología nacional-revolucionaria: el estado perdió vigencia como complejo de instituciones encargadas de hacer valer los derechos de los ciudadanos y amplios grupos sociales de la población mexicana. En su lugar, se entronizó un credo basado en el individualismo económico y en la democracia liberal representativa, considerados como el núcleo institucional sobre cuya base se debía organizar el resto de la sociedad.

Llegamos a pensar que el estado era algo inservible y nocivo en sí mismo. En su texto El ogro filantrópico, Paz concibió al estado como un “amo sin rostro, desalmado y que obra no como un demonio sino como una máquina”. Esa idea es afín a la tesis de que mientras más débil sea el estado, mejor. Además, se impuso la idea de que la viabilidad del país dependía del grado de apertura comercial al mundo y a la iniciativa de todo tipo de empresas transnacionales. Acaso Paz, comprometido con la libertad, se cegó ante la libertad del capitalismo salvaje, y dejó de soñar con la libertad de construir un régimen que hiciera justicia a nuestro pasado histórico.
 La erosión del estado, la apertura comercial del país al mundo y las privatizaciones, junto con la democratización eminentemente formal del sistema político, trajeron una transformación cuyas consecuencias no las hemos terminado de vivir. El texto de Lemus es importante porque nos ayuda a comprender un destino que pudo parecer fatal, pero que en realidad fue una construcción discursiva consciente. En otras palabras, la historia pudo haber sido diferente, por lo menos la historia intelectual mexicana, si el grupo de Vuelta hubiera asumido con mayor seriedad el tamaño reto de diseñar una concepción de la democracia, la economía y la sociedad a la altura de lo que el país necesitaba. 

No se trata de denostar la democracia electoral representativa. En definitiva, su consecución ha sido un paso adelante en el desarrollo político del país. De lo que sí se trata, sin embargo, es de situarla en su justa dimensión, como un aspecto necesario pero insuficiente para crear un orden social y político verdaderamente justo, cohesionado y estable.

Entre tales elementos está la forja de un estado fuerte, sometido a las leyes pero garante de la equidad, capaz de disciplinar el afán de lucro y promover la solidaridad entre la diversidad de grupos que componen la sociedad mexicana. Hace mucho que el compromiso con estos valores ha dejado de existir, y ello se debió, en gran medida, a la acción de grupos intelectuales como el de Vuelta. De acuerdo con Lemus, en Vuelta se propusieron socavar la legitimidad del estado heredado por la Revolución de 1910. Es evidente que lo lograron. Quizás quienes continúan el legado de Paz y Vuelta ahora se propongan hacer una revisión de su propia labor.