El lunes pasado, 23 de noviembre, estuvo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas Michelangelo Bovero, quien ofreció una
conferencia que lleva el título de El poder y el pueblo, y el subtítulo: la democracia constitucional y sus patologías.
Si bien él no acepta ser
considerado pesimista, tiene una visión muy crítica de los regímenes llamados
democráticos; considera que éstos están lejos de cumplir con las condiciones esenciales de lo que, desde la filosofía política, él define como democracia
constitucional.
Con el rigor analítico que le ha caracterizado, establece las condiciones esenciales de ésta y revisa las fallas de los regímenes que solemos llamar democráticos, lo mismo si se trata de democracias consolidadas, emergentes o en transición.
No pretendo resumir su presentación, a riesgo de
distorsionar el sentido de la conferencia entera, seleccionaré arbitrariamente
sólo uno de los puntos tratados en su ponencia y, a partir de éste,
reflexionaré sobre la realidad de la democracia mexicana. Vale aclarar que su
texto es teórico y no analiza ningún país en concreto. Reconocer nuestra
realidad en sus palabras es tarea que él, respetuosamente, deja a su auditorio.
De acuerdo con Bovero, hay cuatro verbos fundamentales
para analizar el funcionamiento de la democracia: Elegir, Representar,
Deliberar y Decidir. Afirma, sin titubeos: a pesar de que en un determinado
régimen político puedan existir procedimientos de elección, representación y
decisión colegiada, no todo régimen califica como democrático por ese solo
hecho.
En buena parte de América Latina, incluido, por
supuesto, México, si bien tenemos procesos electorales, inclusive varias
ofertas partidistas en las que el triunfador no está necesariamente
determinado, también es cierto que el clientelismo es una muy extendida
patología. Esta dolencia impide la consolidación de la democracia. Hay que
reconocer cuán exigua es la posibilidad de crear una cultura democrática, allí
donde se compra el voto.
Dijo Bovero: en una democracia de hombres (personas)
libres, “ninguno de ellos puede ser considerado incompetente por naturaleza en
materia de decisiones colectivas”, el clientelismo nos obliga a repensar la
frase, diría yo, ninguno de ellos ES por naturaleza incompetente, pero la clase
política sí que los considera incapaces y los trata en consecuencia.
La representación tampoco necesariamente es
democrática. Si analizamos los mecanismos esenciales de construcción de los
partidos políticos en México, su desinterés en formar y afiliar bases de
militantes, podremos entender la debilidad de nuestros mecanismos de
representación, donde hay una distancia abismal entre representantes y
representados. El modelo de partido franquicia mexicano ni amplía sus bases ni
oxigena sus élites dirigentes.
Valga como indicador la penetración del narcotráfico en
las candidaturas de los partidos. A riesgo de pecar de naïf, prefiero pensar
que postulan personas ligadas al narcotráfico porque no las conocen, porque la
militancia es endeble, la definición ideológica, nimia; los programas,
prescindibles. Hay que postular a quien pueda ganar. No pueden dejar un solo
puesto sin candidato, aunque en la comunidad no tengan un solo simpatizante.
En una democracia, el proceso de formación de
decisiones debe prestar especial atención en el proceso de deliberación
pública. De acuerdo con Bovero, es necesario restablecer una nítida distinción
de significado entre “deliberar” y “decidir”. La deliberación es el proceso de
discusión que debería preceder a todas las decisiones colegiadas.
¿Qué decir de un Congreso que estableció un pacto entre
mercaderes? ¿Qué decir de una serie de reformas estructurales que se hicieron a
partir del chantaje y del toma y daca? Hicieron de las Cámaras un remedo de
mercado fenicio; si bien maximizaron el acuerdo entre tres partidos políticos
ignoraron la imperiosa necesidad de generar consenso entre los ciudadanos. Sin
deliberación, es imposible un proceso de decisión democrático.
Después de escucharlo, me pregunto, ¿hemos transitado
de un sistema autocrático de partido hegemónico a una autocracia electiva?
Nuestra autocracia electiva incluye partidos, pero excluye ciudadanos.
María Marván Laborde
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM