Nadie objeta —¿quién
podría hacerlo razonablemente?— el uso terapéutico de la mariguana. El
cannabidiol ha dado magníficos y sorprendentes resultados en el tratamiento del
síndrome de Lennox- Gastaut.
La niña Graciela Elizalde
padecía numerosas convulsiones epilépticas diariamente y su mejoría ha sido
asombrosa desde que se le suministran medicamentos elaborados con base en el
cannabidiol, sustancia química no sicoactiva de la cannabis, planta de la que
se obtiene la mariguana.
Otros han encontrado en ésta remedio para aliviar el
dolor, conciliar el sueño, abrir el apetito o disminuir el estrés.
También ha
funcionado como analgésico, antiemético, broncodilatador o antiinflamatorio.
Las objeciones se presentan respecto del uso lúdico o recreativo. ¿Son
atendibles
Desde el punto de vista
ético, es profundamente inmoral mantener una prohibición penal que en la
República Mexicana ha provocado más de 80 mil asesinatos y más de 25 mil
desapariciones sin lograr en lo más mínimo los objetivos proclamados: no ha
reducido la producción, la venta ni el consumo de mariguana. Pero en nuestro
país es proporcionalmente baja la cantidad de consumidores frecuentes e
insignificante el número de adictos. El consumo de la mariguana no es un
problema nacional; lo es, y gigantesco, su persecución punitiva.
Persistir en una
prohibición que en el mundo ha sido absolutamente inoperante y en nuestro país
terriblemente perniciosa es insensato. Derogarla no es aceptar que sea plausible
fumar mariguana, sino quitarle el fabuloso negocio a grupos criminales y
reconsiderar el asunto como un tema de derechos humanos y salud, no de
persecución penal.
Desde el punto de vista de
los derechos humanos, la prohibición atenta contra la libertad de los adultos
en pleno goce de sus facultades mentales de decidir qué sustancias consumen,
aun cuando éstas pudieran resultarles dañinas. A mí, que soy diabético, me
resulta aconsejable no consumir bizcochos, refrescos, gorditas de chicharrón
chorreantes de aceite y otras delicias igualmente poco saludables, pero de
ninguna manera estaría de acuerdo en que se me prohibiera adquirirlas y
saborearlas con una conminación penal. Como argumentó la Suprema Corte, una
persona mayor de edad tiene derecho a conducir su vida como le plazca siempre y
cuando no dañe a terceros.
Lo escribió
insuperablemente John Stuart Mill hace más de siglo y medio en Sobre la
libertad: “El único propósito en virtud del cual puede ejercerse legítimamente
el poder sobre un miembro de una comunidad civilizada en contra de su voluntad
es impedir que dañe a otros. Su propio bien, sea físico o moral, no es
justificación suficiente”.
La enorme mayoría de los
fumadores de mariguana no se vuelven adictos. La consumieron Clinton y Obama,
que llegaron a ser presidentes de Estados Unidos. La probó Fernando Gómez Mont,
que llegó a ser un abogado muy destacado y secretario de Gobernación en México,
y es un hombre lúcido y de buen humor. Pero aun si fuera la sustancia más
peligrosa para la salud, habría que legalizarla: mejor que la producción y la
distribución sean supervisadas por el gobierno y no controladas por los grupos
criminales.
Desde luego, el gobierno
debe informar de los riesgos de fumar mariguana y del peligro del consumo
inmoderado, y ofrecer ayuda de rehabilitación a los adictos. Lo que hoy se
gasta en la persecución penal se emplearía razonablemente en campañas de
prevención y en tratamientos contra la adicción. Tal como se hace respecto de
los comedores compulsivos, los alcohólicos, los maniacodepresivos o los
neuróticos.
Clama al cielo que muchos
fumadores de mota estén en la cárcel no por haber pertenecido a algún grupo
criminal o haber causado daño a otra persona, sino porque se les sorprendió con
mayor cantidad de la permitida (cinco gramos). Es una injusticia monstruosa que
estén presos, es kafkiano que se les considere criminales, con la
despenalización todos ellos quedarían en libertad. No saldrían de prisión, en
cambio, los capos, los sicarios y los distribuidores que en defensa del negocio
y en sus pugnas con bandas rivales han cometido delitos muy graves.
La despenalización de la
mariguana es una cuestión de sentido y sensibilidad.
Luis de la Barreda
Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas.