Todo parece indicar que el
Partido Republicano reaccionó demasiado tarde como para tener alguna posibilidad real de detener a Trump; éste lleva una clara delantera frente a
Cruz, Rubio y Kasish. En junio del año pasado nadie pensó que podría convertirse en un candidato con posibilidades de llegar a la Casa Blanca.
Consideraron entonces que
su discurso vulgar, irresponsable, ignorante, misógino y xenófobo no podría ser
tomado en serio.
Sin embargo, a partir de su cinismo desenfadado ha logrado
conectar emocionalmente con un grupo no pequeño de estadunidenses hartos de los
políticos tradicionales. Sus seguidores le creen a pie juntillas que sus
oportunidades de crecimiento les son arrebatadas desde el exterior.
El out-sider tomó a su
partido por asalto y, dado que tiene el suficiente dinero propio como para
financiar su campaña, vende a los estadunidenses, que están dispuestos a votar
por él, la ilusión de una supuesta independencia. Asegura que, de llegar a la
Presidencia, lo hará libre de compromisos, porque su libertad económica se lo
permite.
Si bien es cierto que la
peor dependencia de los presidentes es con quienes financiaron su campaña, el
razonamiento inverso no necesariamente es cierto, al menos no con la
simplicidad que lo plantea el magnate. De aquí a noviembre tendrá que hacer
compromisos con diversos grupos de presión y con poderes fácticos que no le
permitirán gobernar con la misma libertad con la que dice estupideces. Lo que
no quiere decir, de ninguna manera, que el señor sea menos peligroso de lo que
aparenta.
Trump es un síntoma que
refleja la descomposición que ha venido incubando el Partido Republicano desde
el año 2000, que llegó a la presidencia George Bush hijo. El radicalismo
conservador del Tea Party, el crecimiento de grupos políticos y sociales que
promueven la supremacía blanca, su desprecio por lo público, la idea de un
Estado mínimo que debe proteger las grandes fortunas y cobrar impuestos
mínimos, que puedan pagarse a través de tarjetas postales —Ted Cruz dixit—, han
hecho posible la fascinación acrítica por Donald Trump.
Fueron los propios
republicanos los que buscaron candidatos conservadores e ignorantes que
pudieran hablarle a los religiosos radicales e intolerantes, aquellos que
niegan la teoría de la evolución. Recordemos la utilización grotesca de Sarah
Palin en la campaña de 2012, quien atinó a comentar que por vivir en Alaska y
“poder ver desde su ventana a Rusia”, ella estaba mejor preparada que nadie
para ser vicepresidenta de Estados Unidos y defenderlos de las amenazas del
exterior.
El temor de los
republicanos es tal, que han formado un comité de acción política (Super PAC)
para recaudar recursos privados con el fin de detenerlo. Dado que allá es
completamente normal comprar tiempo en televisión para promover o denostar a un
candidato, pretenden lanzar una campaña mediática que, en una semana, advierta
del peligro que implica la llegada de Trump a la Casa Blanca. Si el próximo
martes 15 de marzo les gana los estados de Florida y Ohio, será muy difícil
detenerlo en la Convención de Cleveland.
La semana pasada se
convirtió en el centro de atención, si bien sus tres rivales genuinamente
querían lastimarlo mediáticamente, paradójicamente lo único que lograron fue
darle mayor tiempo de exposición, con lo que acabaron fortaleciéndolo.
Los demócratas parecen
confiados en que Trump les pavimentará el camino a la Casa Blanca. Si la
candidatura demócrata la gana Hillary Clinton no sólo tendrá que responder
jurídica y mediáticamente por los famosos correos electrónicos, tendrá que
hacer una campaña lo suficientemente inteligente para no perder el apoyo de sus
bases y atraer a los republicanos que verán en ella el mal menor.
A estas alturas de las
primarias, y con la capacidad que ha tenido Trump de reunir voluntades para
soportar su candidatura, nadie debería confiarse ni en Estados Unidos ni en el
exterior pensando que hay manera de detenerlo o lo que es peor, que una vez en
la Presidencia moderará sus posturas. Si triunfa, México deberá prepararse para
cuatro años de hostilidades inconmensurables con su mayor socio comercial.