La Carta Magna de 1215 había sido el primer paso hacia los derechos sobre la tierra y un nivel de vida digno.
Pero este documento histórico tiene un significado más amplio: con
frecuencia es considerado una inspiración clave para el reconocimiento actual de los derechos humanos y la importancia del Estado de derecho.
La Carta Magna estableció que el poder del rey ya no
podía ser absoluto. El sistema legal ya no podía emplearse para servir los intereses de las élites. Todos se hicieron iguales ante la ley.
Éste es un principio absolutamente fundamental, que es igualmente válido hoy que hace 800 años. Sin la certidumbre de que si se comete un delito se investigará, procesará y castigará al responsable, sin importar de quién se trate, no hay justicia ni Estado de derecho. En última instancia, es responsabilidad de los Estados respetar y defender los derechos humanos, incluso cuando no resulte cómodo, así como poner en práctica y modelar en casa las conductas que ellos promueven en el plano internacional.
Éste es un principio absolutamente fundamental, que es igualmente válido hoy que hace 800 años. Sin la certidumbre de que si se comete un delito se investigará, procesará y castigará al responsable, sin importar de quién se trate, no hay justicia ni Estado de derecho. En última instancia, es responsabilidad de los Estados respetar y defender los derechos humanos, incluso cuando no resulte cómodo, así como poner en práctica y modelar en casa las conductas que ellos promueven en el plano internacional.
Como amigo y aliado de México, Reino Unido siempre está buscando oportunidades de colaboración para enfrentar retos comunes. Un ejemplo de ello es justamente en el área de los derechos humanos y de seguridad. Queremos trabajar conjuntamente para mejorar la defensa de los derechos humanos al compartir nuestra experiencia y elevar el alcance de la ayuda que ofrecemos para sumarnos al desarrollo de capacidades en temas de seguridad y justicia, para ayudar a reforzar el Estado de derecho. Sabemos que sin respeto a los derechos humanos no existe seguridad y justicia, y sin Estado de derecho no puede existir ninguna de ellas. Deseamos trabajar con México para compartir las lecciones que hemos aprendido sobre cómo proteger los derechos de individuos, mientras se atienden desafíos de seguridad.
Parte fundamental del trabajo conjunto entre nuestros
países consiste en compartir experiencias entre los profesionales. La semana
pasada dos miembros del Servicio de Policía de Irlanda del
Norte impartieron en México un taller sobre investigación de homicidios,
dirigido a fiscales, investigadores y expertos forenses. Su experiencia en la
solución de crímenes en un entorno complejo de política y seguridad aportó una
perspectiva valiosa, que, espero, dará a los profesionales mexicanos nuevas ideas,
y la certeza de que sin importar lo difícil que pueda parecer la situación, los
delitos que amenazan con separar el tejido social se pueden resolver si existe
la voluntad para hacerlo.
En las próximas semanas también trabajaremos con
la Asociación Internacional de Abogados y la Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos para impartir
capacitación a jueces sobre el manejo de casos de tortura y desapariciones
forzadas.
Esta noche lanzaremos el proyecto en la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, donde al mismo tiempo reflexionaremos sobre la
influencia que la Carta Magna ha tenido más allá de las fronteras de Reino
Unido. Algo oportuno, pues ayer fue el Día Internacional en Apoyo a las
Víctimas de Desapariciones Forzadas.
Las libertades y los derechos humanos que
disfrutamos en nuestras sociedades abiertas son frágiles, y debemos trabajar
constantemente para defenderlos. A principios de mi carrera, hace tres
décadas, viví cuatro años en un país comunista que no respetaba los
derechos individuales a la libertad de expresión o de
reunión, ni permitía siempre viajar con libertad. Pude ver
de primera mano la forma en que estas restricciones y la falta de libertad
creaban un clima de temor en toda la sociedad. Ése no es el tipo de sociedad en
el que quiero vivir. Quiero vivir en una sociedad libre, donde los ciudadanos
puedan pensar y decir lo que quieren, confiando en que la ley defenderá su
derecho a hacerlo. Tengo un compromiso apasionado con la defensa de los
derechos y de las libertades, así como por apoyar a todos
aquellos —ya sea en el gobierno, en la sociedad civil o como individuos—
que se dedican a hacer lo mismo. En México es un privilegio reunirme y
hablar con ellos: sus recomendaciones guían nuestro trabajo.