Reconozco y admiro las
tareas que realizan la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH), gracias a las cuales los abusos de poder que habían quedado impunes en los países donde ocurrieron han
sido sancionados y las víctimas han sido resarcidas.
Fue para mí un honor que
hace algunos años la CIDH me solicitara un estudio, que se presentó en un
juicio ante la CorteIDH, sobre la represión penal a los críticos de los
funcionarios públicos en Venezuela.
Molestos por las condenas
de que han sido objeto por parte de la Corte, regímenes autoritarios —el de
Trinidad y Tobago, el de Venezuela— han abandonado el Sistema Interamericano de
Derechos Humanos. Así, sus atropellos ya no serían supervisados y condenados
por instancias externas de carácter internacional.
En México estamos muy
lejos de alcanzar los estándares deseables de vigencia efectiva de los derechos
humanos, por lo que más vale que sobren vigilantes del respeto a esos derechos
a que falten. Así que está muy bien que, además de los ombudsman y el Poder
Judicial federal, la Comisión y la Corte interamericanas, complementariamente,
estén atentas a las arbitrariedades de las autoridades mexicanas. Por tanto,
líbrenme los dioses de formar parte de la campaña de desprestigio contra el
Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que, indignadamente,
ha denunciado la CIDH.
Desde luego, por la enorme
importancia de su misión y lo delicado de la materia de que se ocupan, la
Comisión y la Corte deben actuar invariablemente con profesionalismo riguroso y
objetividad, buscando en todos los casos la verdad, toda la verdad y nada más
que la verdad. Por esa razón, me desconcierta la reacción del GIEI —grupo
auspiciado por la CIDH— ante el nuevo dictamen pericial con respecto a si hubo
un incendio en el que se incineraron varios cuerpos en el basurero de Cocula.
Respaldando
incondicionalmente la versión de su experto en incendios, José Luis Torero, el
GIEI había sostenido que no existe evidencia alguna de un fuego en ese lugar
apto para la cremación de “un solo cuerpo”. El nuevo peritaje, en el que
participó el propio Torero, elaborado por el Grupo Colegiado de Expertos en
Fuego, cuya integración fue aprobada por la Procuraduría General de la
República (PGR) y el GIEI, señala que “existe evidencia suficiente, incluso
observable físicamente, para afirmar que sí hubo un fuego controlado de grandes
dimensiones en el basurero de Cocula”, en el que “al menos 17 seres humanos
fueron quemados”. Ya se sabía, por otra parte, con certeza científica, que dos
de los restos hallados allí fueron identificados en Innsbruck como de
normalistas desaparecidos.
Yo hubiera esperado que el
GIEI reconociera su error, pues lo importante, si lo que se quiere es la
verdad, no es qué peritaje triunfa, si el de la PGR o el del GIEI, como si se
tratara de una contienda deportiva o política, sino que se esclarezca lo
ocurrido en la noche triste de Iguala y Cocula. En lugar de eso, el GIEI
protestó y declaró roto su acuerdo de trabajo con la PGR, ¡por la forma en que
se hizo público el tercer peritaje! Es de advertirse que el dictamen fue
presentado por Ricardo Damián Torres, del Grupo Colegiado, experto en fuegos y
recolección de evidencias.
Como escribió Héctor
Aguilar Camín en Milenio diario: “El GIEI apostó a descalificar toda la versión
de la PGR con base en que el incendio era imposible. Ahora el GIEI queda en la
posición inversa: toda su credibilidad se derrumba si el incendio fue posible”,
lo que no es buena noticia para la causa de los derechos humanos en México,
“que requiere exigente y confiable vigilancia internacional”. Y Pascal Beltrán
del Río en Excélsior: “El trabajo del GIEI ha sido inútil en el mejor de los
casos y pernicioso en el peor. En ambos, una cantidad importante de dinero
público se ha malgastado”.
Las verdades ideológicas
suelen ser fieles a la ideología y a las banderas políticas, pero no a la
verdad. Y la causa de los derechos humanos sólo es auténticamente defendible
persiguiendo la verdad sin adjetivos. Antonio Machado invitó:
No tu verdad: la verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Luis de la Barreda
Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas