Francisco Gabilondo Soler
nació en Orizaba, Veracruz, en 1907. Cri-Crí, el personaje, en 1934.
Gabilondo viajó al país de los sueños, como dice una de sus biografías, en
1990. Cri-Crí ha seguido con nosotros los años subsecuentes.
Gabilondo Soler nos heredó
216 canciones, en las que muestra su sensibilidad social y describe condiciones
de vida adversas y situaciones de desigualdad que primaban en su época.
La mamá que llenaba de
besos a los tres cochinitos sería hoy considerada una jefa de familia. Su hijo
mayor tenía hambre (soñaba con pasteles) y el más pequeño “soñaba con trabajar para ayudar a su pobre mamá”.
De La Patita ya
se ha dicho que puede ser considerada una canción de protesta, porque aparece
un irresponsable deudor alimentario: un pato sinvergüenza y perezoso que no da
nada para comer, lo que provoca que la patita vaya al mandado sin dinero y
termine pidiéndole a sus patitos que coman mosquitos.
Encontramos evidencias de discriminación en varias canciones. Hay tres personajes a quienes llama “negritos”. Así, en diminutivo: el negrito sandía, el negrito bailarín y la negrita cucurumbé. El primero dice picardías, el segundo es perezoso y la tercera no está conforme con su color de piel, de manera que su carita quiere blanquear y envidia a las conchitas por su pálido color. En la canción aparece un pescado elegante (con bombín) que intenta convencerla de que así negra está bonita.
El descontento, aunque se
quiere reducir a estereotipos de belleza, también puede provenir del trato
discriminatorio que el color implicaba.
Cabe recordar que Cri-Crí escribió
estas tres canciones antes de que Luther King pronunciara su célebre discurso I
have a dream con la visión de un mundo justo. Asimismo, un chinito,
(diminutivo) estampado en un gran jarrón, sufre discriminación por hablar
chino. Le siguen un juicio ante un mandarín y queda condenado a vivir ahí. Hay
una canción emblemática que trata las diferencias de las clases sociales en
México. Se trata del corrido del Jicote aguamielero, al que Cri-Crí describe
con bigotes de aguacero y humilde de condición.
El jicote aspira al amor
de la reina de las abejas, pero no es correspondido. La reina lo ofende
diciendo que parece que no sabe con quién trata ese “prieto barrigón” y en otro
párrafo, que no sabe con quién habla el “igualado bigotón”. Ella es la reina,
“la reina por bonita” que se quiere casar con un emperador, no con alguien que
no la merece, así que lo rechaza en un segundo intento. El desdén lleva al
fundado alegato jurídico del jicote cuando le dice: “Leí que éramos iguales,
asegún la Constitución, la sociedad sin clases la creí, pero ya veo que no”.
La referencia a la
Constitución se anticipó a la actual redacción del artículo 1° que prohíbe
todos los tipos de discriminación, enunciándolos uno a uno.
Cri-Crí describe una
sociedad de clases y usa la palabra igualado, que se sigue empleando para
marcar el estatus, pero también al “no sabe con quién trata”, al que han
recurrido los lores y las ladies exhibidos recientemente en las redes sociales,
cuando se han enfrentado al policía o al empleado.
La edad también puede ser
motivo de ofensa; así lo muestra el conocido conflicto entre el comal y la
olla. El comal le dice “ya estás vieja” y la olla le responde con un: “hace un
siglo que te hizo el alfarero y ni ánimas que ocultes los cien años que te
tragas.”
Algunas de las situaciones
descritas han cambiado poco. Hoy, día dedicado a las niñas y los niños,
encontramos en los textos del veracruzano pretextos para reflexionar sobre la
necesidad de romper los esquemas imperantes a través de las diversas
expresiones artísticas. Las artes son un vehículo idóneo para mover
conciencias.
Leticia Bonifaz Alfonzo
Directora de Derechos Humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación