lunes, 27 de abril de 2015

Brown University y la tarea de humanizar

 Hace unos días participé en un panel sobre el futuro  de las humanidades y su cultivo en las  universidades. Fui invitado por Julio Ortega,  distinguido profesor del Departamento de Español  de  la Brown University, en Providence, institución  que  en los últimos años se ha convertido en un gran  espacio de encuentro entre académicos  latinoamericanos, americanos, ibéricos y de más  allá, todos identificados con el estudio de las  creaciones culturales.

Cada año, el profesor Ortega organiza el Congreso Internacional de Estudios Trasatlánticos en los que se organizan muchas mesas de discusión sobre crítica, trabajos literarios y de ciencias sociales, y en general sobre temas culturales de nuestro tiempo. Cabe decir que, entre otros personajes ilustres, Carlos Fuentes fue un asiduo visitante de estos seminarios en la Brown University.
Los asistentes al panel eran directivos de facultades latinoamericanas de ciencias sociales y humanidades. Prevalecían sentimientos de preocupación porque el espíritu de la época actual otorga más importancia a la técnica, la eficiencia y la producción de bienes exteriores, a expensas del cultivo de las humanidades y las llamadas ciencias del espíritu. Esto significa un desafío a las universidades.


Cada vez más, los estudiantes prefieren estudiar disciplinas empresariales o técnicas, y desdeñan las materias relacionadas con las artes, la filosofía, la literatura, la historia y las ciencias sociales en general. Un caso que se señalaba tras bambalinas era que en algunas universidades estadunidenses se está dejando de enseñar ruso y francés. Ahora, por cierto, comentaba alguien, el estudio del chino está ganando terreno, lo cual podría ser resultado de una motivación empresarial. ¿Y qué pensar de que mientras están en el aula, algunos alumnos, en vez de poner atención a la cátedra del maestro, prefieren chatear y navegar en Internet?

Con todo, el asunto no se reduce a eso, pues de todas maneras hay muchos públicos en los que prevalece el interés por la alta cultura. Además, se ha mantenido una vigorosa producción de obras en estos campos. El tema de fondo tiene que ver con la definición de las humanidades que hizo Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales de Chile: la idea de que es a través de la lectura como el hombre se humaniza; a esto yo agregaría que se humaniza porque desarrolla sus capacidades de comprensión y expresión de la belleza, la verdad y los sentimientos asociados a la búsqueda del bien y la justicia.

¿Puede haber, en este sentido, actividad más elevada que leer? A este quehacer pertenece la capacidad de interpretar las realizaciones de la cultura en cualquiera de sus manifestaciones: desde saber escuchar música y mirar los productos de las artes visuales, por ejemplo, hasta conversar con los demás para enriquecer el punto de vista propio como resultado de tomar en serio sus argumentos. 

¿Qué está pasando hoy en día con todas estas capacidades? ¿Las están adquiriendo de forma adecuada nuestros estudiantes? ¿Estamos seguros de que aprenden a distinguir lo que es bello, lo justo, lo correcto, lo verdadero, lo realmente importante, como criterios para decidir la propia conducta y alcanzar una concepción de sí mismos y del mundo? Estas son cualidades humanas por definición. Implican la posibilidad de situar la realidad inmediata de cada quien en su contexto más amplio.

Inés Sáenz, Directora de Humanidades del Tecnológico de Monterrey, señalaba que hoy es mucho más difícil relacionar nuestra experiencia particular con un relato más amplio en el que aquel se incluya y alcance un significado más pleno. Si vivimos sólo a partir del momento, sin interpretar nuestra vida en el arco general de nuestra existencia y la realidad del mundo y su historia, entonces no tenemos criterios para juzgar lo importante; nos volvemos frívolos y superficiales.

Lo que es más grave: dejamos de pensar; y cuando leemos, en vez de ilustrarnos y aprender a evaluar las cosas de acuerdo con un juicio ponderado, confirmamos nuestros propios prejuicios y vicios mentales. De nada sirve leer si no tenemos criterios para discriminar la información, organizarla y encontrarle sentido. Esta es la gran tragedia de la cultura contemporánea: hay muchísima información al alcance de muchas personas, pero muy pocas poseen las cualidades mentales para convertirlas en conocimiento relevante para orientarse en el mundo.

Y estas son, precisamente, las cualidades que se forman cuando se cultivan las humanidades con seriedad. Necesitamos técnicos, empresarios y profesionistas de todas las áreas del quehacer económico, pero dotados de la capacidad de comprender lo que ven, evaluarlo, juzgarlo y obrar en consecuencia. De otra manera, estaremos formando meros autómatas, seres sin espíritu ni visión interesante de la realidad. Ese futuro nos espera a menos que demos un fuerte impulso al cultivo de las humanidades.