Mientras que Ricardo Antonio González estableció que los diferentes géneros literarios “nos pueden servir no sólo para la recreación, sino también para imprimir algunas ideas”, Alejandro Luna Bernal planteó el
ejercicio de “nuestras capacidades y potencialidades” para construir formas
pacíficas de interacción.
En la mesa participaron además Carlos Axel Flores Valdovinos, de
la UNAM, y Paulo Eugenio Peña Hurtado, de la Universidad de Guadalajara.
Antonio González revisó “Las batallas en el desierto” de José
Emilio Pacheco en cuyo argumento Carlos (un menor de edad) se enamora de
Mariana (la madre de un compañero de la escuela), “sin embargo, estaba consciente
del gran problema a que se enfrentaba: la represión, la dominación del padre
machista, de acuerdo con un análisis de Enrique Dussel.
Carlitos tiene la certeza de que nada sucederá, sin embargo, un
día, cuando siente que no puede soportar más el peso de su enamoramiento y que
debe compartirlo para dividir la culpa, se lo confiesa. Carlitos llega agitado
y nervioso, Mariana lo recibe y le pide que le cuente que sucede en “un intento
de liberarse aunque anticipadamente sabe que no podía suceder nada”, dijo.
Agregó que de acuerdo al argumento, “los grandes si pueden
enamorarse, pueden amar a una mujer, porque la mujer son un objeto, así como
los hijos son hijos castrados por un padre dominante”.
Revisada la lectura sentenció que “se puede hacer una lectura
argumentada de Las batallas en el desierto, tomando en cuenta y como referentes
las categorías de Dussel. Además, podemos aseverar que los diferentes géneros
literarios no sólo nos sirven para la recreación, para la elevación del
espíritu y deleite de los lectores, sino también para imprimir algunas ideas,
denunciar ciertos aspectos socioculturales que deben ser tratados para darles
una solución, tal como lo intenta Dusseel para la teología de la liberación”.
REPLANTEAMIENTO DE LA PAZ
En su turno, Alejandro Luna Bernal habló de la óptica de la
violencia y la paz porque “mientras se piensa la violencia como positivo,
es decir, como la realidad existente, la paz era entendida como la ausencia de
violencia.
“Por el contrario, agregó, la investigación debería pasar por el
reconocimiento de que la convivencia humana pacífica y solidaria es la realidad
positiva, mientras que la violencia es lo que debe de pensar como ausencia de
paz”, explicó.
Citó a Martínez Guzmán y señaló que “de hecho, la mayor parte
del tiempo las relaciones entre los serse humanos son pacíficas y vemos
incluso de forma cotidiana en nuestras interacciones la mayor parte del tiempo
nuestras relaciones son pacíficas, entonces la violencia es lo que debe
pensarse como ruptura de la paz, y no al revés, es decir, la paz como negación
de la violencia”.
“Este pensamiento, el pensar a la paz como negativo, como
ausencia de guerra, había sido fuertemente defendido por Norberto Bobbio, quien
afirmaba que mientras guerra se define positivamente, la paz se define como
ausencia de guerra.
“Estoy proponiendo una forma de entenderlo, es la violencia lo
que es negativo. Es la violencia la que destruye la solidaridad y las múltiples
maneras de hacer las paces”, por lo que propuso “saber ejercer nuestras
capacidades y potencialidades porque hemos generado saberes que nos hacen
rescatar las paces”.
Luna Bernal agregó que “este replanteamiento conceptual ha
venido abriendo una línea de investigación, la cual tendría ahora como objeto
de estudio las prácticas de convivencia pacífica que establecen las relaciones
humanas. La pregunta fundamental es averiguar cómo los seres humanos logramos
de hecho construir formas pacíficas de interacción”.