Decía Winston Churchill
que en tiempos de guerra la verdad es tan valiosa que debe ser protegida por un cinturón de mentiras. Y en la crisis económica también encontramos un fértil
ecosistema en el que proliferan mentira y engaño para proteger a la verdad, o
lo que quede de ella.
Hoy que Syriza ha vuelto a
triunfar en las elecciones griegas, el tema de la restructuración de la deuda adquiere mayor relevancia. Tsipras y su partido se presentan ante el electorado
y la opinión pública como los únicos capacitados para lograr este objetivo que
se les escapó en su primer mandato. Pero los nuevos intentos se enfrentarán a
las viejas mentiras.
Desde que estalló la
crisis en Europa se dice repetidamente que es necesario aplicar las reglas y
los tratados fundamentales de la unión monetaria. Esa retórica se refiere en
primera instancia a la necesidad de pagar las deudas adquiridas y, en segundo
lugar, a la imposibilidad de rescatar a una economía en peligro de caer en
insolvencia y suspensión de pagos.
¿Cuál es el fundamento
legal de la segunda regla? Normalmente se hace referencia al artículo 125,
párrafo primero, del Tratado de la Unión Europea en su versión consolidada. Esa
disposición dice que ni la Unión, ni los estados miembros asumirán o
responderán de los compromisos de los gobiernos centrales, autoridades
regionales o locales u otras autoridades públicas, o empresas públicas de los
estados miembros, sin perjuicio de las garantías financieras mutuas para la
realización conjunta de proyectos específicos.
Este artículo es la
expresión de lo que comúnmente se ha llamado la cláusula de no rescate en
el contexto de la crisis europea. Pero la letra de esta disposición solamente
prohíbe a la Unión o a los estados miembros asumir las deudas de otros estados
miembros. No prohíbe hacer préstamos para ayudar a otro Estado miembro a
superar una crisis.
Lo más importante: ¿dónde
se prohíbe explícitamente la restructuración de deudas de un Estado miembro? La
respuesta: en ninguna parte. El artículo 125.1 no prohíbe la reducción de tasas
de interés ni la extensión de plazos o el posponer el pago de intereses o de
principal. Schäuble y sus amigos en el Ecofin no tienen argumentos legales para
oponerse a una restructuración de la deuda griega. Lo único que les queda es
aferrarse al dogma neoliberal.
Aunque lo anterior puede
parecer extraño, esta es la interpretación avalada por el Tribunal de Justicia
de la Unión Europea (TJUE) en el caso Pringle contra el gobierno de Irlanda. El
TJUE está encargado de la interpretación y aplicación del marco legal de la
Unión Europea. Ese caso fue iniciado por el diputado irlandés Thomas Pringle al
cuestionar el procedimiento de creación y la legalidad misma del mecanismo
europeo de estabilidad (MES). Este mecanismo fue creado en 2010 por la vía
rápida y formalizado en un tratado especial en 2012. El mandato del MES es
velar por la estabilidad macroeconómica y asegurar el funcionamiento de los
fondos de rescate que marcaron las primeras respuestas de las instituciones
europeas frente a la crisis. En el caso Pringle el Tribunal desestimó el
alegato de Pringle, tanto en el tema de fallas de procedimiento, como en el
aspecto medular sobre el MES.
No sorprendió entre los
economistas y los enamorados de los dogmas sobre libre mercado el fallo del
TJUE. Pero en el ámbito forense esta decisión se vio con preocupación. Se trata
de un fallo superficial que no corrige los vicios de origen de muchos cambios
introducidos en los tratados constitutivos de la UE paratranquilizar a los
mercados financieros.
El ejemplo anterior no es
el único con bases legales endebles. El programa del Banco Central Europeo
(BCE) sobre Transacciones monetarias directas (OMT, por sus siglas en inglés)
es otro ejemplo importante. Ese mecanismo permite al BCE comprar bonos de corto
plazo en el mercado secundario para reducir el costo de financiamiento para
países europeos. Pero hoy la controversia legal subsiste: el anuncio de la
creación del OMT en una rueda de prensa es casi el único fundamentolegal de
dicho programa. Estoy exagerando, claro, pero no por mucho.
Desde que estalló la
crisis el régimen de derecho en la Unión Europea se encuentra sometido a
tensiones insoportables. El ‘modo de emergencia’ ha conducido a delegarle al
BCE todo tipo de facultades, algunas de las cuales carecen de fundamentos
legales robustos y otras simplemente hacen que la idea de rendición de cuentas
sea una mala broma. El rescate es y será para los amigos.
Hoy los gobiernos e
instituciones europeas le responden cada vez menos a la gente. El estado de
derecho se ha convertido en el manto protector de la arbitrariedad. La ayuda y
la flexibilidad para los amigos y aliados, la regla dura y la rigidez para
nuestros enemigos. Esas son las verdaderas reglas de Schäuble y sus amigos.
La señora Christine
Lagarde lo dijo en 2011 con gran claridad: los líderes de la Unión Europea
tuvieron que violar la ley para salvar al euro. Pero ya se le había adelantado
Esquilo, al señalar que la verdad es la primera víctima en una guerra.
Alejandro Nadal