lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Para qué crear una Secretaría de Cultura?

 El anuncio presidencial de crear una Secretaría de  Cultura es una buena noticia. Si se pone cuidado en  diseñar adecuadamente las estructuras y las políticas  de esta nueva entidad, si se vigila que tenga un buen  desempeño cotidiano, el gobierno federal contará con  un recurso importante para mejorar su eficacia  pública y contribuir a que se respiren aires distintos  en la nación.

 Acaso haya que disipar la insensibilidad de algunos  sobre este asunto. Tengo temor de que no se  considere bueno impulsar la cultura desde el  gobierno, y de que se argumente que el mercado  debe  ser el único o el principal mecanismo regulador                                                             de la cultura. Nada más erróneo.

La creación de esta entidad es algo que se ha discutido hasta la saciedad, una lucha de muchos y desde hace mucho tiempo. De cualquier manera, una nueva polémica ha comenzado.

Luis González de Alba señaló, palabras más palabras menos, que se trata de una medida política para quedar bien con los intelectuales y artistas mediante el reparto de cargos, recursos y becas. Una especie de nueva versión de la política echeverrista de creación de nuevas universidades para contentar a un sector tradicionalmente radical. No se puede negar que se corre ese riesgo y hasta podría pensarse que esa podría ser la agenda oculta del gobierno. Sin embargo, ello no sería razón suficiente para dejar de apoyar la creación de la secretaría; de cualquier manera, será una estructura que va a trascender el sexenio y que podría, en caso necesario, corregir sus fallas con el tiempo. Además, estará en la mira de uno de los sectores que se supone es de los más lúcidos y participativos del país.

Lo importante es que la creatura nazca bien: dotada de capacidades institucionales suficientes y, sobre todo, con una clara visión de sus tareas. Para ello, la clave, naturalmente, es que el debate arroje buenas conclusiones y que éstas sean tomadas en cuenta por el ejecutivo federal.

En una entrevista con Jaime Barrera para Milenio TV, Raúl Padilla calificó la iniciativa como un gran anuncio. En su óptica, fortalecer las industrias culturales y la cultura en México contribuiría al desarrollo general del país. No es casual que los países desarrollados apoyen de diversas formas a sus industrias culturales, pues éstas favorecen el crecimiento económico y el empleo. Y si en algo somos fuertes en México, es precisamente en el campo de la cultura. El patrimonio que nos legó nuestra cultura milenaria, como nuestras zonas arqueológicas por ejemplo, añadió Padilla, constituye un gran potencial de atracción turística que debe aprovecharse.

Otros personajes también han apoyado la propuesta. Enrique Krauze, por ejemplo, según consigna El Universal, declaró: "Yo creo que México siempre se ha distinguido por una credibilidad cultural y por un dinamismo cultural y espero que esta iniciativa se traduzca en apoyos eficaces a la cultura para que esta zona cultural del país ayude a las otras".

Otro comentario similar es el de Vicente Rojo: "Creo que la cultura es un antídoto contra la violencia". En el mismo sentido, de expresar su satisfacción por la iniciativa, se manifestaron Víctor Flores Olea, Eduardo Matos Moctezuma y el compositor Federico Ibarra.

Tal vez el lector se pregunte si todas estas declaraciones no surgen de expectativas demasiado altas sobre las bondades que podría traer una Secretaría de Cultura. La vieja discusión, por ejemplo, de cómo fue posible que el pueblo alemán, tal vez el pueblo más educado del mundo, haya apoyado a los nazis, nos recuerda que la cultura no necesariamente es "un antídoto contra la violencia".

Sin embargo, promover el conocimiento de la alta cultura y la cultura que ha forjado nuestra identidad histórica, proteger y dar a conocer nuestro patrimonio tangible e intangible, apoyar la creatividad de nuestros artistas y la pujanza de nuestras industrias culturales, reconocer y estimular la forma en que el mexicano se apropia de los valores culturales universales... son necesidades imperiosas para fortalecer la vida de nuestra nación. Debemos, por ejemplo, comprometernos con la promoción de la lectura y hacer de ella una política pública central.

Una nación se forja auténticamente cuando entre sus ciudadanos prevalecen sentimientos comunes de pertenencia e identidad, por encima de los sentimientos individualistas y egoístas; cuando sus habitantes desarrollan un criterio para tomar posición frente al mundo y lo que de éste resulta significativo y valioso; cuando las mujeres y hombres tienen la sensibilidad suficiente como para encontrar un sentido de la vida que los enaltezca. Todo esto también está involucrado en la cultura. Por eso, custodiarla es una misión del Estado, sin que eso implique sometimiento ni imposición de valores culturales oficialistas. Todo lo contrario: la creatividad de los mexicanos existe y florece de manera espontánea, de lo que se trata es de dotarla de condiciones para que se despliegue.