Por fin, después de
semanas de expectativa, el día de ayer, el presidente Obama presentó a su candidato para sustituir al justice Scalia en la Corte Suprema
de los Estados Unidos.
El escenario para lanzar esta nominación difícilmente podía ser más complejo. En primer lugar, Scalia era uno de los integrantes del bloque conservador, cuya muerte abrió la posibilidad de cambiar el balance de fuerzas de esta Corte a favor de los liberales; por otra parte, el proceso de ratificación ante el Senado se llevará a cabo en unas elecciones presidenciales particularmente polarizadas y en un país donde la Corte sí es un tema electoral; en este sentido, el partido Republicano, que controla al Senado, ha señalado en las últimas semanas que designar esta vacante ya no le corresponde a Obama sino al siguiente presidente que debe asumir el cargo en enero de 2017.
El escenario para lanzar esta nominación difícilmente podía ser más complejo. En primer lugar, Scalia era uno de los integrantes del bloque conservador, cuya muerte abrió la posibilidad de cambiar el balance de fuerzas de esta Corte a favor de los liberales; por otra parte, el proceso de ratificación ante el Senado se llevará a cabo en unas elecciones presidenciales particularmente polarizadas y en un país donde la Corte sí es un tema electoral; en este sentido, el partido Republicano, que controla al Senado, ha señalado en las últimas semanas que designar esta vacante ya no le corresponde a Obama sino al siguiente presidente que debe asumir el cargo en enero de 2017.
Por si no fuese suficiente, y más
allá de la relevancia que tiene en sí misma cada renovación de los integrantes
de esta institución, la Corte tiene pendiente resolver varios asuntos sobre
migración, seguridad social y cambio climático, que son de enorme relevancia
para el legado de la presidencia de Obama y donde lo más seguro es que el voto
de un justice sea la diferencia.
Ante esto, el reto de
Obama es espinoso de sortear: un candidato que logre conseguir el apoyo de los
republicanos y, al mismo tiempo, que sus votos ayuden mover a la Corte
estadounidense hacia una lectura progresista de los problemas constitucionales.
¿Cuál fue, en este contexto, su apuesta para conseguir este difícil objetivo?
El abogado Merrick
B. Garland. Originario de Chicago, Garland se formó en la Universidad de
Harvard donde se graduó con honores y fue editor de la prestigiosa revista
Harvard Law Review. Su carrera profesional la inició como asesor (clerk) del
juez de apelaciones Henry Friendly y, posteriormente, del justice de
la Corte estadunidense, William J. Brennan. Luego vino una etapa en
prestigiosos despachos privados, en la administración del presidente Clinton
trabajó en la oficina del abogado general, donde participó en la estrategia
legal de asuntos de terrorismo de altísimo perfil como los casos Oklahoma city,
Unabomber y los juegos olímpicos de Atlanta. En 1997, fue designado como juez
de la Corte de Apelaciones de Columbia, una de las más relevantes en este país
y, en particular, dentro de la elite política de Washington.
Las reacciones de los
medios estadounidenses han sido por demás abundantes y variopintas. A unas
horas de la nominación, circulan ya numerosas opiniones, análisis y
proyecciones del resultado final de este movimiento de Obama. Algunos, por
ejemplo, han criticado a este candidato debido a que Garland es la
típica nominación propia de la elite política de Estados Unidos: hombre,
heterosexual, blanco, educado en una de las universidades Ivy League y,
si bien su capacidad como jurista es sólida, se trata de un moderado sin
decisiones particularmente osadas. Estos mismos, consideran que Obama debido
haber impulsado alguien con un perfil que ayudase a pluralizar esta institución
con tufos monásticos, como otra mujer (de preferencia negra), un migrante o un
liberal combativo.
Sin embargo, creo que esta lectura
es incorrecta. No hay que olvidar que con ésta, Obama suma su tercera
oportunidad de colocar un justice en la Corte Suprema estadounidense.
Las dos primeras apuestas, ambas exitosas, fueron Sonia Sotomayor y Elena
Kagan. La tercera y cuarta mujeres en la historia de esta Corte, con una
tendencia claramente liberal y, en el caso de Sotomayor, con una biografía
un tanto atípica para esta institución: de ascendencia puertorriqueña,
latina, de origen muy humilde y que padece una enfermedad crónica-degenerativa
desde su niñez (diabetes insulinodependiente). Se trató claramente de la
apuesta de Obama por redefinir el rumbo de esta Corte y debilitar el
conservadurismo que implicó la llegada, algunos años atrás, de John Roberts y
Samuel Alito. Pero ese era otro momento político: Obama tenía mayor fortaleza y
no tenía frente a él un Senado tan hostil. De ahí que no sea un movimiento
incorrecto.
En primer lugar, porque
ante un justice ultraconservador como lo fue Scalia, Obama presenta
un candidato moderado que es más fácil que sea ratificado y, en su caso,
implicaría una enorme ganancia para el bando liberal de la justicia
constitucional. Asimismo, Garland es un juez que es bien visto por sectores
relevantes del partido Republicano, algunos de sus senadores inclusive han
expresado públicamente su simpatía para que llegase eventualmente a la
Corte Suprema. Y, por último, se trataría de un justiceque asumiría el
cargo a los 63 años, cuando el promedio llega a la Corte a los 50 años. Es
decir, en principio, y con independencia de su salud y longevidad, pues no hay
que olvidar que se trata de un cargo vitalicio, se trataría de un justice de
transición, que si los republicanos lo ratifican no asumirían un costo mayor.
En este sentido, se trata
de un candidato idóneo para llevar al límite el obstruccionismo
republicano. Es cierto: el líder del Senado inmediatamente respondió ante esta
nominación que ni siquiera pensaba reunirse con Garland. Lo interesante es
que si rechazan a este candidato y Hillary Clinton resulta triunfadora en las
elecciones de noviembre, entonces, los republicanos estarían en el peor
escenario: tener que ratificar a un segundo candidato –nunca se han rechazado a
dos nominados de manera consecutiva-, que sin duda ahí sí sería un liberal
agresivo, heterodoxo y joven: el justice antagónico de Scalia.
Saúl López Noriega. Profesor
asociado de la División de Estudios Jurídicos del CIDE.