jueves, 1 de octubre de 2015

El reto de sustituir a Sánchez Cordero y Silva Meza

 En noviembre terminan su gestión en la Suprema  Corte los dos últimos ministros de la integración  original de la Novena Época de 1995. Se van Juan  Silva Meza y Olga Sánchez Cordero, quienes  llegaron a la magistratura catalogados  como outsiders, por no pertenecer al perfil  tradicional del ministro. Sánchez Cordero arribó  después de un breve periodo como magistrada del  Tribunal Superior del Distrito Federal, antecedida  de una carrera como notaria. Silva Meza, a pesar  de haber realizado toda su carrera dentro del  Poder Judicial, llegó en calidad de penalista la  rama menos prestigiada en aquel momento.


Junto con José Ramón Cossío y José Gudiño Pelayo, los dos ministros salientes formaron parte de la integración de la Primera Sala que entre los años 2007 y 2010 comenzó a realizar un trabajo interesante en materia de protección de derechos humanos. Ambos ministros fueron bastante activos en la solicitud de la facultad de atracción de juicios de amparo. Sánchez Cordero fue la segunda que buscó el ejercicio en mayor número de ocasiones, mientras que Silva Meza fue el único de los ministros al que le aceptaron todas las solicitudes de atracción realizadas. Ambos ministros fueron importantes promotores del uso de la facultad de investigación y en casos relevantes como Florence Cassez se posicionaron a favor de la extensión en la interpretación de los derechos del imputado.

Los dos ministros construyeron liderazgos relevantes al interior de la Suprema Corte. Juan Silva Meza fungió como Presidente del máximo tribunal en el periodo 2011-2014. Entre sus logros más destacados se encuentran que la Corte recibiera el premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el año 2013, además de la postulación del amparo mexicano al programa Memoria del Mundo de la UNESCO. Junto con esto, el mérito más relevante que tuvo fue ser la figura más visible de la protección de los derechos durante el sexenio de Felipe Calderón y el presente. Juan Silva Meza es respetado y bien querido por sus colegas como el ministro decano y seguramente quedará en la memoria como uno de los ministros de la Novena Época que mejor desempeño tuvo.

Olga Sánchez Cordero es ampliamente reconocida por su liderazgo en temas de género. Después de dos titubeos en la materia que la hicieron ser duramente criticada por el sector feminista, por sus votos en la primera acción de inconstitucionalidad respecto del aborto en el año 10/2000 y de su voto contrario a la violación grave de garantías individuales en el caso Lydia Cacho, el tiempo dentro de la magistratura le alcanzó para consolidarse como una de las figuras más relevante de la protección de los derechos de las mujeres. Tanto al interior como al exterior de la Suprema Corte se le estima y seguramente al concluir su periodo continuará siendo una de las voces relevantes en la promoción de una visión de género en el derecho mexicano.

Ante el proceso de selección de los próximos meses para sucederlos, resulta difícil pensar en candidatos ideales para ocupar las dos sillas estratégicas que se vacían. La silla de Silva Meza debería ocuparse por un penalista que tuviera además una visión garantista de protección de derechos humanos. Si bien los ministros Pérez Dayán y Pardo Rebolledo tienen formación y trayectoria en el derecho penal, la ausencia de Silva Meza será más notoria si no se cubre con algún ministro que tenga ese doble perfil. No será fácil encontrar este tipo de candidatos, pero la inminente entrada en vigor en todo el país del nuevo sistema procesal penal acusatorio y oral el próximo año 2016, incrementará la necesidad de tener bien cubierto el tema penal en su vínculo con la protección de los derechos humanos. Respecto de quien suceda a la ministra Sánchez Cordero igualmente deberá ser alguien, preferentemente mujer, que pueda continuar con la bandera de la defensa de los derechos de las mujeres al interior de la Suprema Corte. La ausencia de la ministra Sánchez Cordero será muy notable en medida que su sucesor(a) no consiga establecer los liderazgos en la materia.

El relevo se encuentra a la vuelta de la esquina y tenemos que poner énfasis en que los sucesores cubran los perfiles que dentro de la Suprema Corte desempeñaban los ministros salientes, más allá de otro tipo de criterios que se manejan con frecuencia como su procedencia de ámbito judicial, académico o su afiliación partidista. Lo más importante es encontrar candidatos que tengan la capacidad de, en un tiempo razonable, retomar los liderazgos que se ausentarán en noviembre de la Suprema Corte.



Alberto Abad Suárez Ávila. Coordinador de sociología del derecho del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.