Como cada año, durante la
celebración del día internacional de la mujer es común escuchar diversos
pronunciamientos, tanto oficiales, como por parte de ONG, incluso de la propia
sociedad civil en favor de la igualdad y en contra de la violencia hacia las mujeres.
Por desgracia, los discursos contrastan con la realidad, a pesar de la existencia de una serie de instrumentos normativos y de instancias responsables de garantizar derechos y erradicar la violencia contra las mujeres. La agresión y violencia de género cada día va en aumento; se trata de un fenómeno que alcanza a mujeres de todos los sectores sociales.
Por desgracia, los discursos contrastan con la realidad, a pesar de la existencia de una serie de instrumentos normativos y de instancias responsables de garantizar derechos y erradicar la violencia contra las mujeres. La agresión y violencia de género cada día va en aumento; se trata de un fenómeno que alcanza a mujeres de todos los sectores sociales.
Ejemplo reciente es el caso de una estudiante de comunicación en la Ciudad de México, quien fue agredida sexualmente cuando viajaba en el transporte público camino a su universidad. Antes de llegar a su destino, una mujer alertó a Gabriela que un hombre la iba grabando por debajo de su falda. La joven de 22 años enfrentó a su agresor con el fin de quitarle el celular y poder borrar el video, pero no lo logró y ella únicamente logró grabar la cara del hombre unos segundos.
Otro caso, acontecido a
principios del marzo del presente año, es el de la periodista estadounidense
Andrea Noel, quien fue víctima de agresión sexual cuando se encontraba
caminando en la colonia Condesa de la Ciudad de México y un sujeto le levantó
el vestido y le bajó la ropa interior. Andrea no dudó en publicar a través de
su cuenta de Twitter el video de una cámara de seguridad que grabó el momento
de la agresión, junto con un mensaje que decía: “otra vez como pasa a diario
con mujeres en todo México, me acosaron en una calle linda y bien iluminada a
plena luz del día”.
Ambas mujeres decidieron
evidenciar a su agresor en las redes sociales. La primera de ellas recibió
apoyo, aunque también fue objeto de críticas y agresiones. En el caso de la
periodista, su denuncia se hizo viral, pero no estuvo exenta de burlas, incluso
de amenazas dentro y fuera de la red, motivo por el cual tuvo que abandonar el
país por la inseguridad y la falta de apoyo por parte de las autoridades.
Lo anterior demuestra que
la violencia de género en sus diversas manifestaciones es una realidad, es el
reflejo de una sociedad desigual, donde se muestra todavía la existencia de una
jerarquización en las relaciones y la posición social de los hombres y las
mujeres.
No se ha equivocado el
reporte de 2015 de la Organización de la Naciones Unidas intitulado: Las
mujeres en el mundo 2015. Tendencias y estadísticas, al
ubicar al Estado mexicano entre los veinte peores países en términos de
violencia de género.
Incluso, ha calificado a
la violencia contra las mujeres como una pandemia mundial que adopta diversas
formas, toda vez que este mal pueda hacerse presente en el hogar o la calle,
así como en espacios públicos y privados.
El siguiente texto lo ilustra de manera clara:
“Las mujeres de todo el
mundo son víctimas de violencia física, sexual, psicológica y económica con
independencia de sus ingresos, su edad o educación. Este tipo de violencia
puede conducir a problemas de salud, física, mental y emocional a largo
plazo…”.
Así, en los últimos años,
este tipo de prácticas se ha trasladado a los entornos virtuales, términos como
ciberacoso, ciberviolencia de género, sex-torsión, sexting (o sexteo), entre
otros, han puesto nombre a las nuevas formas de violencia de género 3.0.
El control de la pareja
ejercido a través de aplicaciones como Whatsapp, o Facebook, y los comentarios
manifestados en las redes pueden convertirse en un tipo de violencia
psicológica en el que las mujeres se ven inmersas sin ni siquiera detectar que
están siendo objeto de maltrato.
Las agresiones on line son
el primer paso hacia la violencia física, aunque también, la “ciberviolencia de
género” hace por sí sola tanto daño o más que el físico. Dado que, por una
parte, traspasa el ámbito privado y, por otra, entran en juego dos factores
propios de las redes sociales: la viralidad y la perpetuidad de los mensajes.
Lo cual puede significar
una afectación permanente en la vida de las mujeres, llegando incluso a afectar
su privacidad. La realidad se confirma con el informe denominado:
Ciberviolencia: contra las mujeres y niñas. Una llamada de atención mundial, en
el cual se señala que: “El 73% de las mujeres ha estado expuesta o ha
experimentado ya algún tipo de violencia online”.
No cabe duda, las redes
sociales e Internet se han convertido en espacios virtuales de reproducción de
la desigualdad de género, pero también confluyen los ideales de amor romántico y
exposición de la vida personal, lo que suponen nuevas formas de violencia y
control sobre las mujeres, y nuevas formas de relaciones afectivas y sexuales.
Motivo por el cual no debe
olvidarse que si bien Internet, los teléfonos celulares de última generación,
los sistemas de localización GPS y determinados programas informáticos ofrecen
a los agresores nuevas vías para el acoso, la humillación y la amenaza hacia
sus víctimas, con altas dosis de anonimato para los mismos.
También es verdad que las
nuevas tecnologías pueden ser empleadas para acceder de manera rápida y
sencilla a una gran cantidad de información contra la violencia hacia las
mujeres, incluso facilitarían la búsqueda y captura del agresor.
Lo expuesto demuestra cómo
la agresión y la violencia de género 3.0 ha ido creciendo cada vez más, sobre
todo en los entornos virtuales, incluso puede llegar a convertirse en un
problema mundial con graves consecuencias para las sociedades si no se toman
medidas oportunas y adecuadas
Consideraciones finales
A pesar de que la
legislación se ha ido aproximando poco a poco a la problemática, aún cuenta con
deficiencias. Incluso la aplicación práctica de la misma, debido al déficit
formativo y de información en la mayoría de los operadores jurídicos.
Por ende, para tener éxito
en la lucha contra la violencia de género 3.0, es fundamental que tanto jueces
como juezas comprendan la verdadera gravedad y el enorme impacto que representa
en la vida de las víctimas, el hecho de ver su intimidad indefinidamente
expuesta a desconocidos, así como las amenazas constantes por parte del agresor
en los entornos digitales.
Finalmente, una cultura
jurídico-social en la materia, a través de la concientización, esto es, qué
pensamos, qué sabemos y cómo actuamos ante la violencia de género 3.0; es
decir, involucrando a los diversos sectores de gobierno, ONG y sociedad civil.
Lo anterior seguramente no
erradicará el problema pero, al menos en las estadísticas, el Estado mexicano
en este tema dejaría de estar en el punto de mira.
Aristeo García González
Maestro en Derechos Fundamentales, Universidad Carlos III de Madrid