La formación de los
estudiantes de educación superior debe dejar de ser el lugar donde la administración
pública, se decía, “formaba sus cuadros”. Ello reproducía la idea de que los estudiantes no debían pensar por ellos mismos, sino sólo ejecutar las órdenes
de su empleador; se les veía como mera carne de cañón del mercado laboral
(público o privado), piezas de una maquinaria, donde su función no consistía en aspirar a dirigirla, transformarla, ni mucho menos hacerla propia.
Sabemos que a falta de un “servicio
civil de carrera” o de “carrera judicial”, bien cimentados, los
egresados podían ingresar a la administración pública o judicial sólo si tenían
influencias, no por sus méritos. Sabemos también que el “sector público” está
saturado y que nuestros “empleados” (nuestros egresados) no pueden emplearse.
Ante este triste panorama,
la Universidad del siglo XXI ya no puede ignorar o vincularse con los “sectores
productivos”(públicos o privados), esperando a que nuestros egresados aspiren a
ser “empleados”. Nuestra responsabilidad es actualizar nuestros planes de
estudios y sus métodos de enseñanza para formar, durante las carreras
humanísticas y científicas, personas que tengan las herramientas, habilidades,
instrumentos, competencias (cognitivas, aptitudinales y actitudinales) para
autoemplearse y crear empleos en sus propios campos o áreas de conocimientos.
De este modo, garantizaremos el derecho a la educación y al autoempleo.
Ante este reto debo saber
que:
. La empresa soy yo.
. El capital es mi
inteligencia.
. Las acciones son mis
acciones positivas intelectuales, emocionales y conductuales.
. El equipo de trabajo es
mi red cerebro-corporal con cien mil millones de neuronas.
. Los idiomas que domino
son el respeto a mí mismo, la confianza en mí mismo, la tolerancia a mí mismo y
el cumplimiento de lo que libremente me comprometo.
. La innovación no es cosa
de genios, es mi trabajo diario.
. El sentido del humor lo
utilizo para reír con los demás, no para reírme de ellos.
. La humanidad no me
preocupa, me ocupa.
. Cuido mi salud como a la
niña de mis ojos.
. La soledad no existe
porque siempre me tengo a mí mismo.
. Disfruto al máximo cada
momento.
Jorge Alberto González
Galván
Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas