Como toda institución y
diseño de organización social y política, el Federalismo mexicano- en armonía
con la famosa frase del filósofo José Ortega y Gasset “yo soy y mi
circunstancia”- es producto de su historia.
Aunque sea una idea
política que haya sido creada para reconocer diversidad en la composición de un
país, el Federalismo mexicano definitivamente no lo entendemos sin la existencia histórica del llamado partido hegemónico, el que por naturaleza y
dinámica propias, no permitió el desarrollo de capacidades y responsabilidades
al orden local.
De igual manera, el
desarrollo mismo de nuestro país, una vez dada la alternancia, la emergencia de
sujetos y factores de poder, llevó a un ajuste cotidiano que nos ha dejado un
arreglo Federal complicado, donde encontramos facultades de diversos tipos:
facultades federales, expresas, implícitas, de igual manera prohibiciones
federales, estatales o municipales, también facultades, coincidentes, de
auxilio y las reinas del momento, facultades concurrentes.
Ahora bien, las
circunstancias actuales –ya fuere por la moda de los festejos de los 100 años
de la Constitución mexicana, o por el México que nos está tocando vivir-
parecen estar sugiriendo pensar en serio el Federalismo, para analizar,
proponer y cambiar, actualizar la relación de las diversas regiones con el
centro y entre sí.
Recientemente un ejercicio
en el Senado de la República se planteaba eso, ¿qué hacer con el Federalismo?
Por supuesto, dentro de muchas, debemos analizar necesariamente tres temas.
Primeramente,
centralización. Del que entendemos es una de las instituciones más modificadas
de nuestra Constitución, es precisamente aquella referida a las facultades del
Congreso de la Unión, con un proceso evolutivo en sus orígenes hacia la
centralización y luego de difusión, pero dejando la capacidad de decisión final
en el centro –lo que se llama actualmente facultades concurrentes-.
Esta “concurrencia”
centralizada, ha provocado que estados y municipios reduzcan su rango de acción
y efectividad, principalmente en los municipios, quienes están fuertemente
mermados, imposibilitados para cumplir con sus funciones, lo cual es irónico,
porque como la autoridad política más cercana a las personas, debería tener
mayor sensibilidad y posibilidad de soluciones.
De igual forma, este
centralismo afecta en una parte importante de lo estatal, el financiamiento. En
las entidades existe una incapacidad de recaudación fiscal, a excepción de la
Ciudad de México, el 99% de los ingresos locales provienen de la Federación,
con lo que eso implica para la libertad de decisión.
Segundo, municipios. Como
dijimos, la unidad política más próxima a los gobernados y que debería jugar un
papel más protagónico, sin embargo, son los más acotados. Bajo el concepto de
autonomía se han vuelto actores dependientes de lo Estatal y Federal. En ese
sentido dirían algunos expertos, un gran número de municipios siguen siendo
tratados como menores de edad.
En tercer lugar,
desigualdad y regionalismo. El Federalismo como está entendido en nuestra
Constitución actualmente -simétrico- no permite el tratamiento regional, no
reconoce que México es más que diseño político, sino contacto y cooperación
geográfica, cultural, social, etc. Como indicarían algunos expertos, debemos
ahora estudiar el Federalismo a partir de la desigualdad, asimetrías regionales,
coordinación y colaboración entre diversas y variadas instancias de gobierno.
Al no hacerlo de tal
manera, en la actualidad se ha llevado a la desigualdad en muchos aspectos,
como la económica, donde es claro que una política social general, llega a
terrenos heterogéneos con resultados desiguales. Necesitamos un Federalismo que
haga protagónicas las múltiples interacciones entre los espacios regionales y
locales.
Definitivamente el estudio
y replanteamiento serio del Federalismo mexicano no es cosa de modas, o de
inquietud eminentemente académica. Las autoridades se alejan de las personas y
con ello la sensibilidad se pierde. Necesitamos un diseño que privilegie a la
población, que atienda a sus necesidades, no municipios acotados, estados
tocados en su independencia por falta de recursos para atacar los problemas que
directamente le afectan.
De igual manera, debemos
reconocer un México con una composición totalmente diferente a la de 1917,
cuando se diseñó el pacto Federal original, el nuestro es un país que cambia a
pasos agigantados y que la institución que está llamada a reconocer la
pluralidad de su composición, no está actualmente a la altura de las
exigencias, pero sobre todo necesidades sociales.
Víctor Manuel Collí Ek
Investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma
Investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma