La reforma legislativa que
propone el presidente Enrique Peña Nieto en relación con la mariguana es,
indudablemente, plausible. Se autorizarían medicamentos elaborados a base de la
planta, se permitiría la investigación científica sobre las propiedades y los
efectos de la cannabis, y miles de presos que fueron detenidos sólo por tener consigo más de cinco gramos, pero menos de 28, quedarían en libertad.
La autorización con fines
terapéuticos se justifica plenamente por los resultados a la vista.
El cannabidiol reduce la ansiedad, puede ayudar a atacar las células cancerosas en el cáncer de mama y tiene acción anticonvulsiva. En 2014, la revista Medicina Clínica, de Barcelona, dio cuenta de la eficacia de la mariguana contra dolores provocados por el cáncer, enfermedades del sistema nervioso y cirugías, así como contra síntomas de artritis reumatoide y enfermedades inflamatorias intestinales. Un metaestudio —análisis de resultados de otros estudios— publicado en 2015 en la revista Journal of the American Medical Association señala que abundan las investigaciones sobre la aptitud de los cannabinoides para reducir los efectos secundarios de la quimioterapia, la radioterapia y las cirugías en los pacientes con cáncer.
Un artículo publicado en
la revista Epilepsy en 2014, informa que la niña Charlotte Figi comenzó a tener
ataques epilépticos a los tres meses de edad, los cuales se fueron agravando en
intensidad y frecuencia hasta que, a los cinco años, alcanzaron la cifra de 50
diarios. Una mezcla de extracto de cannabis con cannabidiol y THC administrada
sublingualmente redujo, en 20 meses, los ataques a dos o tres mensuales. En
México, gracias a la lucha heroica de sus padres y al amparo concedido por el
juez Martín Santos, la niña Grace, de ocho años, quien padece el síndrome de
Lennox-Gastaut —que provoca decenas de convulsiones al día y se va agravando
con el tiempo—, ha experimentado una notable mejoría con una medicina que
contiene cannabidiol.
La investigación
científica permitirá seguir aumentando los conocimientos sobre los riesgos y
beneficios de la mariguana. A mediados del siglo XX no se sabía casi nada
acerca de ella. La prohibición penal hacía que los científicos se inhibieran de
estudiarla, pues consideraban que su reputación estaba en juego. Pero en 1963
un joven químico orgánico israelita, Raphael Mechoulam, inició su investigación
sobre la cannabis, a la que llama “tesoro médico escondido en espera de ser
descubierto”. Hoy, Israel tiene uno de los programas de uso médico de la
mariguana más avanzados del mundo. Más de 20 mil pacientes utilizan cannabis a
fin de tratar padecimientos tales como glaucoma, enfermedad de Chron —en la que
el sistema inmunitario ataca el intestino produciendo inflamación—, pérdida de
apetito, síndrome de Tourette —trastorno neurosiquiátrico caracterizado por
múltiples tics— y asma.
La liberación de los
presos terminará con una monstruosa injusticia. Esos reclusos no infligieron
daño alguno a otro. Haberlos encarcelado por el mero consumo o posesión de
mariguana supone —como lo consideró en una resolución histórica la Suprema
Corte de Justicia— una limitación desproporcionada del derecho al libre
desarrollo de la personalidad. Sin embargo, como ya lo han comentado varios
analistas, si bien la cantidad que se puede poseer lícitamente se
quintuplicaría, lo que la reforma propuesta no resuelve es un asunto de la
mayor importancia: ¿de dónde van a sacar —se pregunta Catalina Pérez Correa,
coautora de una magnífica sugerencia de regulación para el mercado de la
mariguana en México (Nexos, abril de 2016)— los 28 gramos los consumidores?
Dado que la iniciativa no despenaliza la siembra, el cultivo ni la venta, sólo
en el mercado clandestino, manejado por el crimen organizado, podrá adquirirse
la mariguana. Es paradójico y absurdo: se puede tener, pero no adquirir
legalmente.
Es de esperarse que la
reforma planteada por el Presidente sea tan sólo el primer paso hacia la
deseable despenalización.
Luis de la Barreda
Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas y coordinador del Programa Universitario de Derechos Humanos, UNAM