México y Estados Unidos
tienen una de las vecindades más complicadas de toda la geografía política del
planeta. El grado de dependencia, la desigualdad en la fortaleza de la economía
de un país y otro, así como la extensión de la frontera imprimen
características únicas a la relación.
Tenemos un comercio legal
de más de 360 mil millones de dólares anuales que se suma al comercio ilegal,
especialmente en todo lo que tiene que ver con armas y narcotráfico; evidentemente esto repercute en las políticas públicas para combatirlo donde
nosotros ponemos los muertos y ellos los consumidores.
Los problemas
migratorios de quienes cruzan la frontera para conseguir trabajo y “hacer lo
que ni los negros quieren hacer”, según el dicho de Vicente Fox, son apenas
algunos de los temas cotidianos que hay que atender.
A pesar de todo ello, a lo
que estamos más o menos acostumbrados, hoy llama poderosamente la atención la
importancia que ha cobrado el tema México en el actual proceso electoral
estadunidense. Todos los candidatos han encontrado alguna razón para hablar de
México en sus actos de proselitismo.
La explicación más
simplista sería suponer que la culpa sólo es de Donald Trump por su insistencia
en la construcción del muro y las múltiples expresiones peyorativas contra los
migrantes mexicanos y el daño que, según él, le causamos a Estados Unidos.
Sin embargo, la relación
entre Estados Unidos y México se ha vuelto más complicada de lo normal, si es
que podemos hablar de cierta normalidad. Decisiones políticas ajenas a la
política bilateral tradicional han trastocado los muy difíciles equilibrios y
multiplicado las tensiones.
Veamos, por ejemplo, cómo
cuestiones de la lucha entre republicanos y demócratas han tenido consecuencias
directas en esta relación diplomática. La política obstruccionista de los
primeros en contra de Obama nos tiene hoy día sin embajador y sin claridad en
la política migratoria.
El Senado norteamericano
se ha negado a discutir la ratificación de Roberta Jacobson como embajadora de
México, por un berrinche de Marco Rubio su nombramiento sigue pendiente. No hay
disposición de discutirlo en comisiones, mucho menos de someterlo a votación
del Pleno.
La falta de nombramiento
del ministro de la Suprema Corte afecta la orden ejecutiva de Obama con
relación a la política migratoria, ya que está pendiente que se definan sobre
la constitucionalidad de la misma. De derogarse, México resultaría el país más
afectado.
Hillary Clinton, en
entrevista con León Krauze, condenó que las autoridades mexicanas violaran
flagrante e impunemente los derechos humanos, después del video que circuló en
redes sociales de militares y policías federales torturando a una mujer
guerrerense para que confesara el paradero de la “tal María”.
El gobierno del presidente
Enrique Peña Nieto, por su parte y con independencia de lo sucedido allá,
también ha sido errático cuando no completamente frívolo con respecto a la
relación de México con Estados Unidos, y muestra de ello han sido los cambios
de embajador en ese país.
Tan pronto llegó al poder
nombró a Eduardo Medina Mora, a quien hizo regresar porque consideró que era
más importante para su gobierno nombrarlo ministro de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación. La embajada quedó a la deriva por cinco largos meses, al
final de los cuales nombró al doctor Miguel Basáñez Ebergenyi.
Basáñez es un magnífico
académico sin experiencia diplomática. Desde septiembre surgió la duda sobre la
pertinencia de la decisión, especialmente porque no ha vivido en México desde
antes de 2000, año de la alternancia. La semana pasada se removió a Basáñez y
se nombró a Carlos Manuel Sada Solana. La canciller Claudia Ruiz Massieu, en
entrevista radiofónica con Leonardo Curzio, dijo que era necesario un cambio de
estrategia, sin embargo no pudo explicar en qué consistía ese cambio. ¿Cuál es
el mandato de Sada Solana y cuál fue el de su antecesor? Nunca lo sabremos, no
está claro.
Nadie duda que las
relaciones entre México y Estados Unidos son complicadas e importantes para
ambos vecinos, pero en los últimos años hay errores injustificables y descuidos
cuyas consecuencias son imprevisibles.
María Marván Laborde
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas