lunes, 8 de junio de 2015

Manuel Camacho Solís

El viernes pasado dejó de existir Manuel Camacho Solís. Se ha  ido uno de los políticos más lúcidos del México          contemporáneo. Mi sensación es de impotencia: más allá de la  lamentable pérdida de un ser humano que se destacó por sus  servicios  brindados al país, tengo la impresión de que su  talento no  recibió la oportunidad que merecía.

Debo confesar que siempre me pareció atractiva su visión del país y la política, así como su manera de argumentar sus posiciones ideológicas. Durante algún tiempo creí que podía ser un buen presidente de la república; buscó ese objetivo con determinación y estuvo cerca de lograrlo, pero el destino, más obstinado, se lo negó. Además, he creído que su perspectiva de la política ha sido digna de ser tomada en cuenta por quienes gobiernan a México; desafortunadamente, no ha sido el caso.


Camacho Solís fue una rara avis: uno de los escasos políticos mexicanos que han sabido combinar la inteligencia formada en el rigor de la academia con las habilidades prácticas que se requieren para actuar en la vida pública. En sus tiempos de gloria se decía que era un político “bisagra”: un técnico capaz de hablar el lenguaje de los rudos y ponerse a negociar con ellos. Fue él quien puso de moda la palabra concertación y la idea de incluir a todas las fuerzas políticas, como criterio de actuación del gobierno.

Pertenecía, pues, a la estirpe de don Jesús Reyes Heroles. No es casual que hayan trabado amistad. Ambos eran hombres del viejo sistema político, pero entendían la necesidad de reformar las instituciones para garantizar la estabilidad y mejorar el cumplimiento de las responsabilidades sociales del gobierno. La fórmula del cambio sin ruptura, esgrimida por él en un libro con ese nombre, sintetiza la lógica política de Manuel Camacho Solís.

Este tipo de sensibilidad hace falta en el momento presente de México. ¿Habría sido Camacho un buen presidente? ¿Hubiera sido un estadista a la altura de las circunstancias? No hay, desde luego, manera de saberlo. Sólo queda esperar el trabajo paciente de los historiadores para intentar comprender su trayectoria, distinguir sus aciertos y errores y hacer un balance de su legado. Hecha la valoración de la obra vital de Camacho, sería posible aquilatar lo que debe ser emulado.

Los lectores jóvenes deben saber que la generación de Camacho desempeñó un papel clave en la historia del México contemporáneo. Para bien o para mal, el país que hoy tenemos debe mucho a las realizaciones -e insuficiencias- de ese grupo. Con sus luces y sombras, fue la generación que se hizo cargo de los desafíos dejados por la crisis del 68 y por el deterioro creciente que comenzó a sufrir el sistema político y la figura de la presidencia. Fue también, desde luego, la que supo conquistar el poder e imponer su visión del mundo y la política, haciendo a un lado a los representantes de la “vieja guardia” priista como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador. El destino, sin embargo, le jugaría a Camacho la mala pasada de convertirlo en uno de esos políticos semi-marginados del poder. Fue así como terminó sus días.

Camacho fue uno de los grandes aliados de Carlos Salinas de Gortari: compañero de luchas en el vertiginoso ascenso político que llevó a éste a la presidencia. Se conocieron en la Facultad de Economía de la UNAM y de ahí pasaron a formar parte del aparato tecnocrático del gobierno federal, donde contribuyeron a la llegada de Miguel de la Madrid Hurtado a la presidencia de la república, lo que a la postre contribuiría a la llegada de los economistas al poder y el desplazamiento de los abogados.

La carrera de Camacho fue larga. Luego de terminar su licenciatura en economía, estudió una maestría en asuntos públicos en la Universidad de Princeton. Algunos de sus cargos fueron los siguientes: profesor del Colegio de México, funcionario del Banco de México, subdirector del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del PRI, Secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, Regente de la ciudad de México, Secretario de Relaciones Exteriores, Comisionado para la Paz y Reconciliación en Chiapas, fundador del Partido de Centro Democrático  y Senador de la República bajo las siglas del PRD.

Camacho también contribuyó a legitimar el resultado de las elecciones en 1988 y la llegada de Salinas a la presidencia: fue uno de los encargados de negociar con las oposiciones el arribo a la normalidad política. Acaso el momento clave de su carrera fue cuando se indisciplinó cuando no le favoreció la decisión sobre el sucesor de Carlos Salinas de Gortari. Lo que siguió fue una historia desafortunada: de su exitosa labor como negociador de la paz en Chiapas a su ruptura con el presidente Ernesto Zedillo, pasando por el linchamiento moral de los priistas, quienes lo acusaron de estar detrás del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Creo que su figura política nunca se pudo recuperar de aquellos aciagos días.