Sin embargo, actualmente
presenciamos estrategias que tienden a la desaparición del espacio público,
como el caso del megaproyecto “Corredor Cultural Chapultepec”, en el Distrito
Federal, cuyo impacto no se puede restringir al área circundante, sino al
conjunto metropolitano completo. Este corredor cultural posee la creatividad
arquitectónica de un segundo piso de periférico, que ocupará 116 mil metros
cuadrados, desde la glorieta de los Insurgentes hasta la zona de CRETAM
Chapultepec.
El proyecto urbano planea
un paseo peatonal elevado, dotado de galerías (tiendas), restaurantes y todo
tipo de comercios imaginables. El rótulo cultural se justifica por un cine al
aire libre (al lado de la glorieta) y áreas para la exposición de fotografías o
pinturas, y eventualmente coros y grupos musicales (según temporada). Evidentemente,
no se descuida el acceso para vehículos automotores y ecobicis.
Parece un planteamiento
perfectamente bien pensado. Sin embargo, los mal-pensantes denuncian la
apropiación del espacio público para usufructo privado. Estos eternos
inconformes (dentro de los que yo me cuento) critican el proyecto por no ser
más que una plaza comercial al aire libre, sostenida en la contradicción de
rehabilitar la zona a través de la unión de la colonia Juárez con la Roma
mediante un inmenso puente de concreto.
Haciendo a un lado su
fealdad, debe de admitirse que no es sino una apropiación de la ciudad por
parte de las inmobiliarias, mismas que determinan la subsistencia con base en
su valor de cambio y, por tanto, distribuyendo su territorio en atención a
criterios mercantiles. Esto obliga replantear el verdadero significado de sus
propósitos, contenidos políticos e idea de vida comunitaria.
El espacio público es un
concepto del urbanismo que se confunde con espacios verdes, equipamientos
comerciales o sistemas de vialidad y transporte. Pero no hay que olvidar que
“espacio público” no sólo refiere a lugares físicos, sino también a las
distintas esferas de la acción humana y conceptualización política. Por ello,
prefiero el sentido de “espacio público” que tiene dentro de la filosofía
política, como “derecho a la ciudad” o lugar de representaciones y expresiones
colectivas de la sociedad, donde los diferentes colectivos urbanos
constantemente están haciendo y rehaciendo el espacio público y redefiniendo la
esfera pública a través de sus vivencias cotidianas.
Actualmente, en nuestra
ciudad se pueden distinguir claramente una política gubernamental sobre el
espacio público que desea degradarlo como ideal de convivencia social y
política por dos motivos: primero, por el temor del espacio público como
escenario donde los grupos de cualquier tipo pueden alcanzar visibilidad
pública, encontrar reconocimiento y cumplir sus demandas mediante la creación
de la ciudad. Hoy día es muy clara la forma en que las “prácticas democráticas”
han sido confiscadas por los políticos profesionales y sus partidos, por la
intromisión del Estado en la vida ciudadana, destruyendo el espacio y la toma
de decisiones democráticas. El segundo motivo tiene que ver con su valor de
cambio.
El espacio público en la
lógica comercial
Karl Marx veía la ciudad
moderna como el lugar donde confluye el valor de uso con el valor de cambio, la
necesidad de convivencia y el lucro con el espacio urbano. Actualmente, a
medida que crece el valor de cambio, la convivencia ciudadana se transforma en
mercancía. Con esto, el derecho cívico a la ciudad se desvanece, y con él, el
acceso al espacio público, al derecho a rehacerlo y modificarlo según las
necesidades colectivas.
Dentro de este contexto
desaparecen los tres principios fundamentales del espacio público urbano:
1.La ciudad entendida como
espacio público y predominio del interés colectivo.
2.La ciudad como ámbito de participación ciudadana, producción y gestión de la
vida democrática.
3.La ciudad como lugar del ejercicio pleno de la ciudadanía o ámbito de cumplimiento de los derechos humanos.
3.La ciudad como lugar del ejercicio pleno de la ciudadanía o ámbito de cumplimiento de los derechos humanos.
Si sólo a través de estos
tres principios es posible que los diferentes actores sociales participen en la
creación y desarrollo de la ciudad, entonces la mercantilización del espacio
urbano anula el desarrollo de la ciudad y su vida democrática.
Este predominio del valor
de cambio disminuye la ciudadanía al entenderla simplemente como valor de uso,
sin ofrecer un lugar de encuentro y sentido de pertenencia social. Porque es
claro que el sentido de pertenencia social es creado en la ciudad de acuerdo a las
posibilidades del uso cotidiano, incluyendo los intentos por subvertir y
resistir el uso hegemónico de los mismos.
Por ello se puede inferir
que la ciudad, alguna vez el espacio público por excelencia, es hoy día, a
través de su transformación completa en valor de cambio, el lugar y la
estrategia de una privatización de los intereses públicos al servicio de los
intereses privados. Con ello, no es de sorprender que se limiten y ahoguen las
pocas plazas y parques públicos con centros comerciales y desarrollos
inmobiliarios, en donde el tránsito y la libre circulación por la vía pública
sólo sean posibles mediante el pago de servicios.
Henri Lefebvre alguna vez
consideró a la ciudad como una obra de arte creada por las actividades
colectivas de sus habitantes. En la nueva ciudad-mercancía, sin espacios
públicos, se enajena la creatividad ciudadana a la par de su hábitat y sus más
modestas actividades vitales.
Guillermo José Mañón
Garibay
Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM