La COP21 se celebra en
París del 30 de noviembre al 11 de diciembre. Los 147 Jefes de Estado y de gobierno tienen el futuro de nuestro planeta en sus manos. Tienen el deber de
encontrar un acuerdo vinculante capaz de limitar el cambio climático y su impacto
dramático en los derechos humanos. La FIDH (Federación Internacional de Derechos Humanos) desea recordar con firmeza: si el problema es ambiental, es
ante todo humano.
De hecho, los desastres
naturales, los conflictos relacionados con la competencia por los recursos
naturales, pero también el agotamiento de los recursos vitales tienen
consecuencias, directas o indirectas, sobre el derecho a la salud, el derecho
al agua, el derecho a la alimentación, el derecho a la vivienda, el derecho a
la vida. Y son las personas más vulnerables quienes resultan más afectadas:
personas que viven en situación de precariedad o pobreza extrema, las mujeres,
los jóvenes, los ancianos, los pueblos indígenas, las minorías. La
paradoja es alarmante: los que contribuyen menos al calentamiento global son
los que sufren y sufrirán más.
La FIDH hace propicio el
momento para denunciar la suerte que corren miles de defensores de los derechos
humanos en la tierra, en todos los continentes, que luchan contra la
devastación de sus tierras contra expropiaciones forzosas, contra la
contaminación del suelo y el agua. Esta lucha, se da a menudo frente a las
empresas dispuestas a salirse de la ley, y frente a los Estados corruptos. Los
riesgos que enfrentan son muy altos: amenazas, detenciones, acoso judicial,
asalto, asesinato. Y el 95% de las violaciones cometidas contra ellos
quedan impunes. Una cifra muy preocupante.
La COP21 debe ser también
una oportunidad para reconocer el trabajo de estas mujeres y hombres y
considerar la mejor manera de garantizar su seguridad. Protegerlos, es
proteger el planeta.