Andrea Legarreta y Raúl
Araiza nos han hecho el gran favor de transparentar el enorme fraude de los
medios de comunicación electrónicos en México. Todos los días individuos sin
talento, carisma, capacidad o conocimiento nos informan sobre el acontecer
nacional desde las cámaras y los micrófonos de Televisa, Tv Azteca, MVS, Radio
Fórmula y otros consorcios mediáticos.
Muchos ya lo sabíamos, pero ahora queda
perfectamente claro que estos conductores en realidad no conducen nada, sino
que son simples voceros del poder.
Después de mentir a la audiencia de Televisa sobre la supuesta falta de impacto de la devaluación del peso en la economía popular, Legarreta aclaró vía Twitter que “en un programa de televisión los contenidos, menciones y secciones no los escribimos los conductores”. La periodista también señaló que ella y Araiza “sólo somos el medio para hacerle llegar al público lo que esos anunciantes quieren compartir”.
En otras palabras, gran
parte del periodismo mexicano ha perdido toda capacidad de reflexión o análisis
propio. Los informadores que vemos en la pantalla y escuchamos en la radio no
son más que autómatas que se dedican a repetir como pericos un guión escrito
por los políticos corruptos y los oligarcas saqueadores. Estos grupos de poder
saben perfectamente bien que si los medios electrónicos se pusieran al servicio
de la verdad y de los intereses generales, el pueblo se levantaría y expulsaría
inmediatamente a los parásitos del poder. Carmen Aristegui perdió su empleo en
MVS el año pasado precisamente porque se había atrevido a seguir los dictados
del profesionalismo periodístico en la conducción de su programa radiofónico.
En lugar de aplicar
exámenes punitivos a los dignos maestros de primaria y despedir a comunicadores
independientes, haríamos bien en evaluar primero a los conductores de los
programas de radio y televisión. ¿Carlos Loret de Mola aprobaría un examen
sobre la historia de México? ¿Joaquín López Dóriga conoce los principios
básicos de la economía? ¿Cuántos y cuáles libros ha leído Javier Alatorre en el
último año? ¿Raúl Araiza tiene la capacidad de escribir un párrafo sin faltas
de ortografía?
Los conductores que
reprobaran el examen general de conocimientos diseñados por expertos en la
materia tendrían que buscar otro empleo. Y los comunicadores que venden su
palabra a los patrocinadores deberían ser separados inmediatamente de sus
cargos. Todos los conductores tendrían que ser elegidos a partir de un riguroso
proceso de selección y una amplia consulta a la sociedad. El espectro
radioeléctrico pertenece a la nación y su utilización por empresas privadas
debe estar sujeta a estrictos criterios de profesionalismo e independencia.
En general, el sector
privado tendría que estar sujeto a los mismos estándares de transparencia y
rendición de cuentas que el sector público, sobre todo cuando se trata de
empresas que hacen uso de bienes públicos. ¿Quiénes y cuánto les pagaron a
Legarreta y a Araiza para mentir a su audiencia? ¿Quiénes son los accionistas y
cuáles son las relaciones políticas de la docena de empresas patito que fueron
favorecidas con contratos millonarios durante la ronda uno de la privatización
petrolera?
El diccionario de la Real
Academia Española define la palabra fraude como acción contraria a la verdad y
a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete. México hoy
sufre no solamente bajo los efectos de los constantes fraudes electorales, sino
también a causa del permanente fraude mediático que violenta todos los días la
verdad, la ética y la rectitud.
En este contexto, las
universidades públicas tendrían que fungir como contrapesos claves. Como
instituciones diseñadas para fomentar la cultura y el análisis, son sedes
ideales para articular el pensamiento y la crítica social tan necesarios para
salvarnos del naufragio nacional. Y los medios de comunicación universitarios
tienen la función esencial de poner en acción este pensamiento crítico para
compensar por la desinformación estructural de los medios privados.
Es por ello que sorprende
y decepciona tanto la decisión del flamante rector de la UNAM, Enrique Graue,
de invitar a un locutor de Televisa, Nicolás Alvarado, como nuevo director de
Tv UNAM. Tal nombramiento envía una terrible señal de desprecio y desconfianza
hacia la comunidad universitaria de la máxima casa de estudios.
La buena noticia es que el
tamaño del miedo del sistema autoritario a la pluralidad informativa es
exactamente proporcional a la debilidad del control real que tiene sobre las
mentes y las almas de los mexicanos. Ignorando, matando y encintando la boca de
los mensajeros no reducirá el descontento, sino solamente lo aumentará en un
crescendo cada vez más presente y contundente.
John Ackerman
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM