Donald Trump es un racista
confeso quien ha descalificado a los mexicanos como “criminales” y “violadores”.
El precandidato presidencial ha anunciado que de ocupar la Casa Blanca expulsaría a millones de connacionales de los Estados Unidos y obligaría al gobierno mexicano a construir una enorme muralla en la frontera entre los dos países. Sus ataques a México y a los mexicanos se han convertido en uno de los ejes principales de su campaña presidencial, junto con sus posiciones igualmente retrógradas con respecto a los musulmanes y el Medio Oriente.
El precandidato presidencial ha anunciado que de ocupar la Casa Blanca expulsaría a millones de connacionales de los Estados Unidos y obligaría al gobierno mexicano a construir una enorme muralla en la frontera entre los dos países. Sus ataques a México y a los mexicanos se han convertido en uno de los ejes principales de su campaña presidencial, junto con sus posiciones igualmente retrógradas con respecto a los musulmanes y el Medio Oriente.
En respuesta, el gobierno
de Enrique Peña Nieto ha mantenido un silencio cómplice y criminal. El ocupante
de Los Pinos no ha emitido pronunciamiento alguno sobre el tema y sus voceros
han hecho todo lo posible por evitar cualquier cuestionamiento o confrontación.
La semana pasada, Enrique Guzmán, titular de la Oficina de la Presidencia de la
República, declaró a la agencia Bloomberg que el gobierno de Peña Nieto
trabajaría de igual manera con Trump que con cualquier otro Presidente del país
vecino.
En otras palabras, el
actual Presidente mexicano se subordinaría y se pondría a los órdenes de Trump
de la misma forma en que lo ha venido haciendo con el gobierno de Barack Obama.
Por ejemplo, hace unos días el titular del Estado mexicano se rebajó al nivel
del vice-presidente estadounidense, Joseph Biden, durante la visita de aquel a
la Ciudad de México para participar en una reunión con empresarios y oligarcas
mexicanos. Peña Nieto recibió en privado al segundo de Obama durante más de una
hora y posteriormente dieron una conferencia de prensa conjunta a los medios de
comunicación.
Las reglas de la
diplomacia exigen que haya una estricta igualdad con respecto a las relaciones
públicas entre dos países soberanos: presidentes con presidentes,
vice-presidentes con vice-presidentes, y procuradores con procuradores. Sería
ridículo imaginar, por ejemplo, la celebración de una conferencia de prensa
conjunta en la Casa Blanca entre Obama y Miguel Angel Osorio Chong o Arely
Gómez. Al colocarse al nivel de Biden, Peña exhibió públicamente lo que la
mayoría de los mexicanos ya teníamos claro: el actual titular del Estado
mexicano no trabaja para el pueblo mexicano sino que funge como un empleado más
del gobierno de Washington y de los empresarios de Wall Street y Silicon
Valley.
Esta lamentable situación
explica porque Peña Nieto no se ha atrevido a cuestionar frontalmente a Trump.
Como un buen serviente al poder, el actual ocupante de Los Pinos prefiere
quedar bien con quien podría llegar a ser su jefe en lugar de complacer a los
ciudadanos a quienes supuestamente tendría que rendir cuentas.
Pero el servilismo de Peña
Nieto hacia el norte no es lo único que explica el desdeñable comportamiento
del Presidente de todos los mexicanos frente a la amenaza clara y presente que
implica la candidatura de Trump. En realidad, el Presidente mexicano y el
aspirante republicano comparten una visión similar del mundo. Ambos hombres
desprecian profundamente la cultura y la educación y viven en un mundo lleno de
champaña, aduladores y guardaespaldas que los aisla totalmente de los
sufrimientos y las esperanzas del pueblo humilde.
Ambos políticos sirven al
mismo amo: el dinero y el poder. Si bien las fortunas de Peña y de Trump vienen
de fuentes distintas, las arcas gubernamentales para el primero y la
explotación capitalista para el segundo, ambos personajes se sostienen como
figuras públicas gracias al saqueo de recursos ajenos.
Si bien Trump es más
explícito con respecto a su desprecio para México y los mexicanos, Peña en
realidad comparte el mismo odio para la historia y la cultura de los habitantes
de su propio país. Tal y como documentamos en el libro El mito de la transición
democrática, desde el primer día de su mandato Peña ha encabezado una ofensiva
ideológica, política y económica en contra de todas las tradiciones y los
valores humanistas de los mexicanos.
Hoy ya queda claro que el
lema “Mover a México” en realidad significa “Destruir a México”. La “reforma
energética” ha llevado al desmantelamiento de Petróleos Mexicanos (PEMEX). La
petrolera pública sufre actualmente un enorme quebranto financiero y pocas
posibilidades para crecer en el futuro a causa de la entrega de sus yacimientos
a consorcios privados y extranjeros. Y la “reforma educativa” no ha sido más
que un ataque disfrazado en contra de todos los maestros, y en particular
aquellos más críticos que defienden la tradición mexicana de educación crítica
y humanista. La semana pasada, esta reforma ya generó sus primeros despidos
masivos, con la separación de su cargo de más de 3,400 profesores. Recordemos
también que Peña Nieto se ha adelantado a Trump con respecto a políticas
anti-migrantes.
México ahora expulsa a más hermanos latinoamericanos de su
territorio que el mismo gobierno de los Estados Unidos.
La entrega de nuestro oro
negro a las grandes transnacionales, la aniquilación de los maestros críticos y
el acoso a los migrantes centroamericanos constituyen la contracara de las
políticas racistas y fascistas de Trump. Peña y Trump juntos buscan acabar con
cualquier resistencia ciudadana o popular al predominio absoluto del dinero y
la corrupción en América del Norte.
Lamentablemente, Hillary
Clinton no es mejor. Ella es la candidata que cuenta con mayor respaldo de
parte de la industria militar, de acuerdo con la organización “Open Secrets”
con sede en Washington, D.C. Las empresas militares han donado veinte veces más
a la campaña de Clinton que a la del mismo Trump
La salvación entonces no
vendrá del norte, ni desde las cúpulas del poder financiero y político global.
El camino hacia la justicia y la paz lo tendremos que construir nosotros desde
el sur, desde abajo y a la izquierda.
John Ackerman
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas.