Después de cuatro años de movilizaciones
contra la corrupción y el cinismo de Enrique Peña Nieto, el príncipe de
Atlacomulco sigue despachando en Los Pinos. Después de una década de marchas en contra de la privatización petrolera, las empresas privadas y trasnacionales
cada día saquean más el oro negro.
Y después de 30 años de lucha por la
democracia, se siguen comprando y robando elecciones, aun con mayor descaro que
nunca.
Sin embargo, a pesar de la
aparente estabilidad del régimen autoritario, acontecimientos recientes indican
que México hoy se encontraría inmerso en un proceso de profunda transformación
política equivalente a lo que ocurrió durante la Independencia, la Reforma y la
Revolución.
Quizá nunca antes en la
historia ha sido tan repudiado y vilipendiado un presidente mexicano como lo es
hoy Peña Nieto. Las posibilidades de una relección del PRI en 2018 cada día se
ven más distantes. Y los desesperados esfuerzos por inflar a una figura tan
desprestigiada como Margarita Zavala como candidata de la continuidad
evidencian el claro agotamiento del régimen.
El éxito del movimiento
magisterial para frenar la contrarreforma educativa de Aurelio Nuño tiene pocos
antecedentes en la historia. Los maestros no exigen nada para ellos, sino que demandan
la derogación de una política pública que lastima profundamente la formación de
las nuevas generaciones. El movimiento ya no es solamente gremial, sino que se
ha convertido en una verdadera fuerza política con enorme respaldo social y
popular.
La reciente liberación,
bajo caución, de los líderes presos políticos de la sección 22 de la CNTE de
Oaxaca, Rubén Nuñez, Francisco Villalobos, Aciel Sibaja y Heriberto Magariño,
entre otros, es una clara indicación de la debilidad del gobierno. A pesar de los
esfuerzos de Miguel Ángel Osorio y Arely Gómez por fabricar delitos contra los
líderes, con el fin de mantenerlos tras las rejas durante las negociaciones en
la Secretaría de Gobernación, los jueces no pudieron resistir tanto frente a la
movilización en las calles como a la fuerza de los argumentos jurídicos
esgrimidos por los abogados defensores. Esta contundente derrota para el
gobierno demuestra que cuando logramos superar sectarismos y oportunismos
estériles, la unión popular es mucho más poderosa que la mafia en el poder.
El extenso discurso de
López Obrador en Acapulco, el pasado jueves, también alimenta la esperanza. En
su disertación, el presidente del partido Morena delineó con claridad su visión
del cambio y porvenir de México hacia 2018. Todo mexicano debería revisar con
cuidado su intervención (disponible aquí: http://ow.ly/afM6303dFXp) antes de juzgar
desde la ignorancia.
Hoy existe una república
simulada, no un gobierno del pueblo y para el pueblo. En los hechos, un pequeño
grupo ha confiscado todos los poderes y mantiene secuestradas las instituciones
públicas para su exclusivo beneficio. El Estado ha sido convertido en un mero
comité al servicio de una minoría rapaz, y, como decía Tolstoi, un Estado que
no procura la justicia no es más que una banda de malhechores.
Así inició López Obrador
su discurso. ¿Alguien en su sano juicio y que conozca el funcionamiento de la
política nacional podría discrepar de este contundente diagnóstico del estado
actual de las cosas? ¿Alguno de los integrantes del gobierno de Peña Nieto
habrá leído alguna vez una sola obra de León Tolstoi?
En vez de la agenda
neoliberal o neoporfirista, que sólo consiste en que unos cuantos se apropien
de bienes de la colectividad, debemos pensar en construir un acuerdo para
elevar la honestidad a rango supremo y convertirla en forma de vida y de
gobierno porque esa es la gran riqueza de México, continuó López Obrador en su
mejor estilo maderista.
En su cobertura del
discurso de Acapulco, los medios se enfocaron casi exclusivamente en el
ofrecimiento de perdonar a quienes hayan traicionado a la República durante las
últimas décadas. La mayoría de los periodistas dejaron fuera la parte medular
del discurso de López Obrador sobre el tema de la impunidad:
En forma categórica
expreso que cuando triunfe nuestro movimiento no habrá impunidad. Al asumirse
el mando del Poder Ejecutivo se presentará una iniciativa para llevar a cabo
una reforma a la Constitución y eliminar los fueros de los altos funcionarios
públicos. Entre otras medidas, se va a suprimir la disposición de que el
presidente de la República no puede ser sujeto a ninguna pena por el delito de
corrupción.
Los procesos
revolucionarios siempre son largos y llenos de contradicciones. Pocas veces
proceden de manera lineal, sino que avanzan cíclicamente por medio de una serie
de pasos diferenciados que suelen confundir y rebasar a los mismos
protagonistas políticos. Las victorias más gloriosas rápidamente se convierten
en derrotas y de las cenizas de la derrota más estrepitosas puede surgir
sorpresivamente el ave fénix de la victoria.
sí fue durante la
Independencia, la Reforma y la Revolución. Así es y será durante el actual
proceso de construcción de la Cuarta República.
John Ackerman
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM